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recintos. Y el custodio Santos -advierte el cronista- "aún les obligó a rezar Laudes en la capilla y les dirigió la palabra". Misas del gallo asimismo por los núcleos dispersos el día 24 de diciembre. Al romper del alba regresa Féfüc de lrure, lleno de optimismo "y cargados de plata los bolsillos". Al embajador de España, conde de Urquijo, tan afecto a la Orden, llegan noticias de tantas bregas y fatigas; con intención de que reparen fuerzas envía un espléndido aguinaldo de turrones y de vinos españoles. Y tal cual vez, durante su invernada en Playas, hace de anfitrión en el hotel Humboldt. Por febrero de 1968 acuden algunos religiosos al cursillo pastoral del INP en Guayaquil. Es de notar que, a lo largo de los afi.os , unos y otros procuran renovar su preparación teórica y práctica (formación permanente) con la asistencia a distintos ciclos de conferencias y de lecciones ministeriales. Frente al pesimismo de años anteriores, en éste de 1968 consiguen Irure y Cilveti revitalizar los cultos de Semana Santa: Martes y Miér– coles Santo, mujeres leen la Pasión y dialogan a continuación con sencillez y certera intuición sobre algunos de sus pasajes. En Viernes Santo, via crucis por las calles muy concurrido y devoto (pese a alguno que otro gambe1·ro). Parece que la fraternidad capuchina intervino en las gestiones del comité para la cantonalización de Playas; de lo que les disuadió el alcalde de Guayaquil, el célebre Bucarám, que, en cambio, les garantizó tanques diarios de agua potable y servicio de limpieza en el poblado y en la playa. En una de esas conversaciones planteó al superior en funciones, Felipe Cilveti, el establecimiento de un colegio técnico. Y Felipe, sin demagogia, con solo espíritu social cristiano, ofrece como solar en pública asamblea, el terreno donado por la Srta. Carmen Novoa Cooke. El 6 de mayo del 68 se presenta, con Cándido Miquélez, en el despacho del ilustrísimo alcalde de Guayaquil, Sr. Asaad Bucarám, que dialoga con ellos en tanto le hacen la barba; los invita a café y los retiene, mientras inicia su charla con el embajador y el cónsul de Israel, hasta que pausadamente hayan consumido su doblada porción. Conviene el señor Bucarám en que el terreno revierta a la Orden capuchina si en término de dos años no se levanta el colegio técnico secundario y en exonerar de los derechos catastrales a la fraternidad de Santa Ana por una casa comprada tiempo atrás. Y estimula a sus dos generosos interlocutores a comprometerse como profesores, en vez de limitarse a fiscalizar las clases de religión y de moral (39). 359
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