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Martín de Sesma, que había sufrido dos desmayos en Guayaquil, se precipita un día de la moto y se rompe hombro, codo y muñeca. Regresaba del ministerio en la Victoria, adonde acudía tres veces por semana. No se explica si fue por aguacero, por calor (34° a la sombra) o por normal desvanecimiento, puesto que en su afán de ahorrar, hasta se venía privando de la medicación prescrita por el galeno (28). Le acosaba la deuda de 25.000 sucres que le quedaban por saldar, de los 65.000 en que había comprado a D. Agustín Febres Cordero casa y solar contiguos a la iglesia parroquial. Con la venta del jeep a la fraternidad de Gualea se equilibró el presupuesto (enero de 1958). La temporada fuerte, inverniega, del 57, se considera mediana, pues apenas rindió de 80 a 90 .000 sucres. Los vectores de la moda giran hacia el más moderno y mejor urbanizado pueblo de Salinas. Participa Martín en la gran misión de Riobamba: gran éxito espiritual y nulo económico, según apunta el cronista. Análogo resultado el de Luis de Viscarret y Félix de Gomecha, que durante dos meses arreo acompañaron en su visita pastoral al administrador apostólico de El Oro-Machala, Excmo. Dr. Vicente F. Maya: apenas lo indispensable para reparar fuerzas, tras de aquellas matadas de confesionario hasta las tres de la mañana, con reanudación de la tarea a las cinco. Y no por indelicadeza del prelado, que no hallaba expresiones con que encarecer la acción evangelizadora de sus dos colabora– dores (29). Al cabo de ruegos y suplicaciones, se logra finalmente regularizar la situación canónica de la parroquia de Playas. El 25 de febrero de 1957 se firma el convenio entre el arzobispo C. A. Mosquera, en representación de la archidiócesis de Guayaquil, y el custodio Santos de Egüés, en nombre y representación de la provincia de NCA, por el que se entrega a la orden capuchina en Ecuador, ad nutum Sanctae Sedis, la parroquia de Playas de Villamil, en forma similar a la de Santa Ana (30). Límites, la costa, Posorja, El Morro, El Progreso. Desde la parroquia se deberá atender la capellanía de las MM. salesianas. Al hacerse cargo los padres capuchinos, había en la parroquia una capilla de caña, hoy derruída, y dos torres a medio construir, también demolidas. Desde Roma llega la autorización para aceptar la adjudicación hecha por S. E. (31). Los signos de estabilidad se van acumulando. M. Sesma recupera su optimismo primero, merced a la eficaz colaboración de Viscarret y 354
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