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párroco, porque el custodio Ruperto había condicionado la aceptación de la capellanía de la academia a la adjudicación de la parroquia de Playas. Y así lo dio a entender a su rector, Dr. Armando Guevara (4). El 17 de septiembre se presentó en el convento de !barra Mons. José Félix Heredia con la intención de llevarse al P. José Miguel de Arraiz, quien, el 21 del mismo mes salía de Guayaquil, camino de Playas, acompañado de Doña Zoila Novoa, excelente bienhechora y emparentada con otra ilustre familia, la de los señores LUQUE ROHDE , que se hará acreedora a inmarcesible gratitud. José Miguel llega contratado no solamente como capellán, sino como profesor de Literatura. Sugiere al padre custodio los nombres de Rafael de Gulina y de Martín de Sesma para regentar la parroquia. A que responde el P. Ruperto que, por entonces, a ninguno de los dos podía distraer de sus misiones en Sevilla (Colombia), "generoso fuente de ingresos tan necesarios en Tulcán y en !barra". Compañero eventual y primer párroco será Nicolás de Gulina, propuesto en sesión custodia! y nombrado por Mons. Heredia con fecha 15 de noviembre de 1952 (5). Venía ejerciendo las funciones de párroco el que lo era titular de El Morro, y sustituto eventual en Playas, por la salida tempestuosa del P. Lara. Debió de sentar tan atravesado a dicho presbítero, Manuel María Cáceres, el nombramiento de un capuchino (o de otro sacerdote) como párroco de la Merced, que cuando aún no era realidad sino promesa, impidió al P. J. Miguel predicar y hasta decir misa (porque se llevó la llave de la iglesita); y en todo momento procuró enrarecer el ambiente contra el advenedizo . "Ha dejado todo talado" -escribe Nicolás de Gulina. Ni casa parroquial, ni ornamentos, ni libros litúrgicos. Y el templo, de cañizo (6). Del 24 de noviembre de 1952 data la primera certificación bautismal, que firma Nicolás de Gulina (7). En un principio se hospedó en el chalet del capitán de la academia. Luego se trasladó a la torre semiderruída de la iglesia: la planta baja para despacho parroquial ; la alta, a medio techar, sin defensa contra los torrenciales aguaceros, le sirvió de habitación. Las comidas en la academia. La última partida asentada por Nicolás en el Libro de Bautismos, la de 29 de diciembre de 1952. Días antes había pedido el relevo , porque al cabo de ausencia tan larga y de las penalidades sufridas en la Chorrera, necesitaba reponerse entre los suyos. Lamenta Arraiz una decisión tan intempestiva, cuando tanto escaseaba el personal misionero en Ecuador y cuando el P. Nicolás se había captado las simpatías de playeros y guayaquileños. Cierto que su situación, la de ambos, continuaba siendo dura y penosa, porque no siempre resultaban soportables los tres kilómetros diarios desde la academia a la capilla, 348

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