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El procurador y comisario general de la Orden, Rvmo. fray Andrés de Venecia, firma en Roma, el día 9 de mayo de 1875, las letras obe– dienciales, que remite al provincial de los capuchinos en Toulouse, P. Dominique de Castelnaudry, que las completa con el certificado de estudios respectivo. Nueve de los candidatos estaban aún cursando teología. fray Baltasar de Savellá, fray Melchor de Tivisa, fray Angel de Aviñonet, fray José Calasanz de Llevaneras , fray Gaspar de Caldas de Montbuy, fray Desiderio de l\1atai·ó, fray Francisco Javier de Arenys de Mar, fray Olegario de Barcelona y fray Cayetano de Igualada. Los otros tres eran todavía filósofos , tal como lo había indicado Gai·cía Moreno. Todos jóvenes, todos cai·gados de ilusiones y todos con alguna experien– cia de la vida y de la idiosincrasia americanas. Eligieron por jefe de la expedición a fray Baltasar de Savellá; y por administrador de rentas, durante la travesía, a fray Joaquín de Llevane– ras, " que tenía práctica en ello". Embarcaron en el puerto de Burdeos , vapor La Désiderade, el 24 de junio de 1875; y llegaron a Ibai.Ta en el mes fatídico de agosto. Al pasar por Ambato recibieron la noticia del magnicidio (7). Desde Guayaquil les venía acompañando el comisario interino, P. Miguel de Prats, el cual partió inmediatamente con fray Baltasar, a la ciudad de Quito, pai·a las honras fúnebres de Gai-cía Moreno. Escribió fray José Calasanz de Llevaneras que, cuando ellos llega– ron a Ecuador, tenía la Orden establecidos cuatro conventos : !barra, Ambato, Portoviejo y Tulcán (8). Mucho optinúsmo el del futuro cai·denal. Si en IbaiTa podían ufanarse cuatro religiosos de vivir su observancia regular, en Tulcán apenas había un padre con un hermano lego al frente del convento en construcción ; se había bendecido y colocado la primera piedra el 23 o el 24 de abril de aquel fatídico año 1875 (9). En Guaranda los tres padres italianos destinados a la fundación de Ambato, andaban a la greña con el obispo de Riobamba y amenazaban con regresar a Italia (id. , a id.) ; amenaza que no tai-dai-on en cumplir. En Portoviejo, el obispo diocesano , Ilmo. Dr. Luis Tola, había proporcionado aloja– miento provisional a tres padres y a un hermano lego , en el seminario, que estaban a punto de abandonai- por sentirse inútiles y desamparados. Había prometido Gai-cía Moreno entrevistarse con el prelado manabita, mientras pugnaba por levantar el espíritu encanijado de los misioneros: "El poco fruto que sacan ahora ---escribe al P. Gabriel Prats- - es la mejor prueba de la necesidad de su pemanencia y de que sigan trabajan– do con celo y rogando a Dios para convertir esos corazones manabitas, que tienen más de embrutecidos que de corrompidos" (10). 31

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