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Al realizar su visita pastoral el P. Ricardo de Lizaso por tierras ecuatorianas, estaban aún por legalizarse la situación domiciliaria y la asignación parroquial de Santa Ana de Guayaquil. Se entrevista con su prelado diocesano, Mons. César Antonio Mosquera, que se muestra muy complacido de la acción pastoral de los capuchinos y promete acelerar los trámites pertinentes. Aun cuando todo estuviera por hacerse, presagia el provincial Ricardo a la fraternidad de Santa Ana brillante porvenir, por el entusiasmo de un buen grupo de feligreses, por su dedicación a los desheredados, por su espíritu de sacrificio y por la fe que en el influjo bienhechor de los capuchinos han puesto el arzobispo y el municipio mismo de Guayaquil, del que se espera conseguir el lote necesario para levantar iglesia y casa (15). Desde Pamplona vuelve a insistir, diplomáticamente, el P. Lizaso, en la formalización legal de las fundaciones parroquiales de Guayaquil y de Playas (16). Y desde Roma se concede la erección canónica de una casa de la Orden en Santa Ana (17). Permaneció el P. Ricardo en Guayaquil desde el día 7 al 13 de mayo de 1955, en que se le despidió con un show inesperado. A la hora del yantar, las 12'30 por filo, cuando la mesa cobraba animación, un vigoroso repique de campana los levantó en vilo. Acudieron a la capilla. Hombres y mujeres, en número respetable, clamaban contra el traslado de su párroco, Gregario de Mondragón, a otra residencia. Paciencia y diplomacia, en diálogo abierto, fueron los resortes de que se valió el ministro provincial para serenar la tumultuosa protesta, con la promesa de que el sucesor no era menos simpático ni men0s activo que el Padre Gregario, según lo había demostrado en la parroquia de Playas Villamil. Y sin percance, se fue Ballona a posesionarse de la guardianía de Tulcán, en tanto que Máximó Arruazu, "vicario parroquial", procuraba aplacar a los disconformes, de Santa Ana de Guayaquil. Lo de "vicario parroquial", con que le invistió el obispo de Guaya– quil, no le sentó muy bien, porque se figuró que su excelencia se resistía a entregarnos en propiedad 1a parroquia de Santa Ana (18). Tampoco sentó nada bien al P. Eugenio que en la nueva distribución de parroquias, al crearse la del Espíritu Santo, se adjudicase a los claretianos Puerto Lisa, en donde tan fructíferamente venía trabajando. Lo que no obstaba a que el mismo prelado que hiciera el reparto, se llevase como secretarios de visita a dos capuchinos de la fraternidad de Playas, bien retribuídos, con sueldos casi rumbosos (19). Los nuevos límites parroquiales de Santa Ana se fijaban en Huancavilca por el norte: 321
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