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tarde se llenaba de fieles (que habían de permanecer de pie o de rodillas por falta de banquetas) la capilla de 20 x 8 metros. El día 26, con el pontifical de Mons. Silvia Luis Haro Alvear, hasta los charcos simulaban lugar sagrado. Después del evangelio, se lee el decreto de erección de la nueva parroquia, firmado en Guayaquil aquel 26 de julio, festividad de Santa Ana, por el obispo titular José Félix Heredia, S. I. Los capuchinos residentes en esta ciudad se harán cargo de dicha parroquia, "como propia de una Orden religiosa... y como primer párroco de ella nombramos al R. P. Gregario de Mondragón, capuchino". Límites jurisdiccionales, por el N. la calle Gómez Rendón ; por el S. límite urbano actual; por el E. continuación de la calle Tungurahua; por el W. límite urbano actual (7). Terminó la jornada con una kermesse y tómbola, a beneficio de la parroquia Ballona se muestra satisfecho de su primera experiencia. No faltaron liberalidades, puesto que para finales de mes había ya amuebla– do su habitación. Desde el día 6 de septiembre se remedia su relativa soledad con la compañía grata y eficaz de P. Eugenio de Legaria (Eugenio Elizalde), que en su informe se muestra especialmente agradecido a las señoritas María Luisa Yerovi y Leticia Alvarado, por su donativo de sillas, mesas y otro ajuar, y a la señmita Rosario Guerra por la organización de bazares, tómbolas y fiestas de sociedad, en que se van allegando fondos con que revestir el desguarnecido templete y dotarlo de ornamentos y vasos sagrados. De Mons. Heredia recibían 300 sucres mensuales; otros 500 daban al P. Eugenio las religiosas marianitas por misa y clase de religión diarias a sus alumnas. El P. Gregario prefería ejercer su ministerio en el centro de la ciudad, porque "no había en un principio ni bautismos ni matrimonios ni se encargaban misas; y apenas acudían fieles ni los días festivos, pues nunca habían sido atendidos espiritual– mente" (8). Y monseñor Heredia, que reconoce esa penuria, promete remediar– la hasta donde se le alcance (9). Por el momento, las religiosas Oblatas les facilitan almuerzo y cena. El asunto de la vivienda resulta embrollado. Nada se consigna en las crónicas. De la correspondencia de Ballona y de Elizalde creo que puede establecerse esta sucesión: se ven obligados a desalojar la casa del Sr. Jácome, porque era imposible descansar; en el piso inferior se armaba demasiado alboroto de músicas, discusiones, relinchos y reyertas. En consecuencia, deciden ambos comprar una casa de caña, plantada entre las calles 15 y 16, con fachada a Gómez Rendón. Entre 319

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