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Convento... Su erección se debe en no pequeña parte al trabajo perso– nal de los Capuchinos, que durante año y medio se emplearon en las obras, con esa humildad probada de todos modos". A un costado de la iglesia se levantaron la sacristía y una capilla; otra capilla enfrente. Los cuatro tramos del convento se distribuyeron en esta guisa: el de celdas, con un corredor de metro veinte centí– metros de ancho; otro destinado a cocina, refectorio, despensa y almacén; un tercero partido en cinco para enfermería; y el último "compone un solo departamento, que hoy sirve para clase de los novicios". En la parte sur de la placeta se estaba construyendo, con limosnas de gentes piadosas, una iglesia destinada a la Tercera Orden de San Francisco, "y está dirigida por un inteligente capuchino". Y concluye el señor gobernador que entre los grandes beneficios que la ciudad de !barra había recibido del Presidente de la República, uno de los más señalados era el del establecimiento de los padres capuchinos. "Desde que estos virtuosos Sacerdotes se establecieron en este lugar, se notó diariamente el mejoramiento de costumbres en los pueblos que ellos iban misionando; pues su celo apostólico y su in– contrastable constancia los lleva a todas partes y siempre deseosos de hacer el bien. "El aspecto personal de ellos es una predicación constante y la austeridad de su vida un ejemplo viviente de abnegación y de des– prendimiento. No cuentan con otros recursos que aquellos que la piedad deposita en sus manos, los cuales comparten con los pobres y muchas familias necesitadas" (10). Costaron las obras de iglesia y convento 10.000 pesos; "y todo lo ha pagado el Sr. Presidente, el cual ha sido elegido otra vez Presidente para otros seis años" (11). Fue su sentencia de muerte. Aunque con tanto garbo y excelente colaboración se levantara el nuevo convento, tal vez dominaron los apremios por cobijarse en casa propia; pues que sin culpa de temblores ni de terremotos lo vio tan deteriorado, pocos años después, el comisario provincial de Ecuador– Colombia, Melchor de Tivisa, que ordenó en su visita canónica (noviembre de 1892) su restauración inmediata; "y pónganse en el claustro pilares de ladrillo, para mayor solidez y evitar continuas reparaciones". "Y en el claustro se sustituyeron -agrega el cronista PBP- los carcomidos pilares de madera por arcos y columnas de mam– postería, cal y ladrillo, y basamento de piedra" (p. 238). No puedo menos de poner en tela de juicio la exactitud técnica de la descripción precedente. Consta por el mismo cronista que su Ilma . , 25

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