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Menos optimista se manifiesta el custodio de Bogotá, Ladislao de Totana en su referencia de la entrevista mantenida con los cinco estudiantes ecuatorianos por el ministro provincial de NCA, Francisco de Arizcun: "Habló el provincial -escribe al custodio Langarica- con los coristas... Hay cosillas que no le agradaron: espíritu desprovisto de sacrificio, ausencia de nuestro ambiente religioso franciscano capuchino, exceso de salidas, ciertas exigencias de cine, etc. y lo que más le dolió, como cierto desprecio del hábito. Todo lo cual tendrá que parlamentarse con el rector, P. Santiago Ramírez" (54). Pero Santiago Ramírez , que cree en la juventud, no se apea de su plinto halagüeño : "Todos nuestros estudiantes capuchinos han dejado fama de estudiosos en la facultad y de personas amplias y sensatas. El rendimiento de estudios ha sido bueno". Es de opinión que deben continuarse los cursos de filosofía con los franciscanos de Bogotá, en tanto que los de teología podrían hacerse en México o en Venezuela, con el fin de "una integración la más amplia en América" (55). Y por mor de la integración, volverá a girar la veleta. Al año de su estancia en Bogotá deja entrever Santiago Ramírez cierto fallo en hecho tan importante como la convivencia. Hace sus comidas con los colegiales (es director de todo el coristado de filósofos), a hora distinta que la comunidad. "A los coristas les sentó mal este gesto de separación", que les priva del contacto con los otros educa– dores (56). No debió de ser éste el único informe poco favorable, cuando en la asamblea celebrada en Quito a partir del 25 de enero de 1968 se acuerda el regreso de los cuatro estudiantes ecuatorianos que continuaban en La Caro y el destino del "San Lorenzo de Brindis" a colegio vocacional, émulo del de !barra. Lo vocacional (promoción, equipo, colegios) pareció el leit motiv de dicha reunión custodia!. "En vista de tanto fracaso -declaraba el custodio Langarica al provincial Elizondo...- vamos a trabajar en pastoral vocacional en los colegios de secundaria, en los que tal vez se puedan conseguir algunos muchachos en los que se pueda confiar más que en los que salen del internado" (57). Se conforma Santiago Ramírez con lo resuelto, porque la "facultad franciscana" de Bogotá " es un lugar de estudios más. Falta la integración espiritual y pastoral" . No le parece mal que se continúe la filosofía en la universidad de San Gregario y se curse la teología con los salesianos de Quito (58). Tanta versatilidad da la impresión de que se ha perdido la brújula y la bitácora. Y al custodio de Bogotá, que por acomodar el edificio de 280

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