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maquinaria para la obra; y que por cuenta de la procura habían corrido las gratificaciones a los obreros (36). Algún día pasará la factura. Por escrúpulos del definitorio provincial de NCA tuvo que renunciar Beizama a una oferta tan halagadora como la de la explota– ción forestal de una finca de 78.396 metros duadrados de eucaliptos y de cabuya que, al 30% de beneficio había puesto a su disposición en Natabuela un señor Marcial Ayala (37). El cronista y ecónomo Urriza parece desesperar por la lentitud de la obra: "La inauguración se había proyectado para el 4 y luego para el 30 de octubre. ¿Hasta cuándo?" (38). No menos nervioso se mostraba el aparejador, fray Juan de Unciti; hasta el pausado Feliciano de Ansoáin daba señales de impaciencia. "Realmente -comenta Beizama– es demasiado esfuerzo para hacerlo con tan pocos fondos económicos como cuenta nuestra custodia. Ahora mismo estamos con la deuda de 500.000 sucres al 12% de interés" (39). Lo cual no le impide procurar algún alivio a los eremíticos filósofos, "con una gran piscina, en que se zambullen a gusto", ni remitir a la provincia de NCA 1.376 dólares para cancelación de la deuda, que espera amortizar en año y medio de plazo (40). Bien procurará el provincial Fidel refrescarle la memoria (41). Día de la inauguración, el 26 de julio de 1964. Se han dado cita, con el nuncio apostólico Mons. Alfredo Bruniera, el embajador de España conde de Urquijo, autoridades eclesiásticas y civiles de la provincia y del municipio, comunidad capuchina de Pifo con las misioneras AMF (excelentes colaboradoras), seminario seráfico de !barra con sus profesores. Misa concelebrada, que preside el señor nuncio, cuya homilía es un epinicio de la Orden capuchina, en la que se siente como hermano. Nuevo discuxso tras la bendición de edificio y nuevos elogios a los capuchinos por el acierto estructural y por la finalidad docente de la obra. Padrino de la ceremonia, don Guillermo Serra de Guayaquil. En el brindis con que se cerró el ágape, destacó Beizama singulares expresiones de gratitud a fray Juan de Unciti por su participación como aparejador y como alarife (C. de Quito). Constaba la parte construida de un pabellón de tres plantas y terraza cubiertas (fachada E.), más la planta baja (destinada a comedor y cocina) de otro pabellón en ángulo recto con el primero, y un corredor aéreo que enlazaba con el coro de la iglesia. En total, 2.500'80 metros cuadrados de obra. Presupuesto, 1.021.439'90 sucres, de los que se habían enjugado el 60% en la fecha inaugural; con el resto la deuda total de la custodia sumaba 700.000 sucres, que esperaba amortizar en plazo de cinco años (42). Queda para la denominada fase "B" el piso de terrazas libres y el complejo de capilla, salón de actos, aulas y habitacio– nes del nuevo pabellón. 276

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