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"Parejo, parejo, con nosotros trabaja el padrecito" --exclamaban entusiasmados-. Indios con haces de cañas, con paja, con pita, mejicos, chiloe (hoja de pita), chaguarqueros (ágave mexicana), madera y ripios; indios con reatas de burros, cargados de cal, de arena, o de piedra. Las de sillería, desenterradas de entre los escombros del convento antiguo, se empeñaban los vecinos por vender al alimón. Por la firme oposición de los capuchinos pudo recuperarse para la obra material tan valioso. "Como teníamos a la vista los efectos del terremoto, las condicio– nes de seguridad del tramo de las celdas absorbían toda nuestra aten– ción". La trabazón de los tabiques con los marcos y bastidores de las puertas de celdas y comedor contribuía a darle una solidez y consisten– cia tal, que personas entendidas llegaron a decir que antes se hundiría todo !barra que desplomarse este convento. "Un domingo entero estuvimos los tres coristas descargando teja de la espalda de tres o cuatro mil indios e indias, que de un solo viaje trajeron de la Esperanza una calle y la capilla catedral" (PBI). No fue aquello un asalto a bienes mostrencos. El superior, P. Miguel de Prats, había solicitado la autorización correspondiente, como puede colegirse de la aclaración presidencial: "Me parece que toca a la autoridad eclesiástica y no a mí el disponer de los materiales empleados en la iglesia de la Esperanza (8). Y esas tejas vetustas, tan cargadas de historia, continúan cubriendo buena parte del actual convento. Uno de sus tramos, el correspondiente a las celdas, se levantó en robusta mampostería; los otros tres, de tapial y adobes, que los indios aterrajaban en media jornada laboral (la otra media dedicaban a la holganza) a cien adobes por pareja de operarios. El patio formaba un cuadrado de 40 metros por banda. Para el Triduo Sacro del año 1874 se habían ya trasladado los frailes al nuevo convento, "fresco y húmedo como estaba". Tanta precipitación por ocupar la mal terminada vivienda fue causa de en– fermedades y ocasión de su fama proverbial de insalubre, pese a la benignidad del clima. "Tenemos iglesia de sesenta varas de fondo y diez de elevación -escribe el P. Lorenzo de Mataró a sus familiares-; veinticinco celdas, comedor y cocina" (9). Por su parte, el gobernador de Imbabura, Juan Manuel España, comunicaba un año más tarde (17 de abril de 1875) al Ministro de Estado: "El Convento e Iglesia de San Francisco son también obras construidas a expensas del tesoro nacional, con excepción de una parte de los muros de la segunda, que fue fabricada con fondos del propio 24

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