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El 24 de agosto de 1873 pasaron los religiosos del llamado Palacio Episcopal, montado en madera, a la llamada Casa de Ejercicios, aún en construcción, al sur de la Iglesia derruída en la plazoleta de San Fran– cisco. Disponían de capilla y coro. "Desde el primer momento se puso la estricta observancia, menos la clausura, que era imposible, y los Maitines", que se rezaban luego de completas . "La capilla y celda que habitábamos -copia PBP de PBI- forma– ban parte de un edificio nuevo que, sobre el convento de Franciscanos arruinado, levantaba el Sr. Obispo para Casa de Ejercicios, para el Clero y el pueblo. Se nos dijo si preferíamos continuarlo para Convento nuestro o levantar otro al lado opuesto (norte). Como no era tiempo de destruir, sino de edificar, y para nuestro uso hubieran tenido que hacer varias edificaciones, preferimos levantar uno nuevo desde los cimientos''. "Este edificio del Convento antiguo, levantado en la primera funda– ción de !barra, quedaba al lado sur de la iglesia: que estando como estaba bien orientada, quedaba al lado de la Epístola, esto es, el pueblo oraba de cara al oriente... Este convento no existía ya. El último sacerdote francicano, Pedro Gómez, estaba de cura párroco en uno de los pueblos de la diócesis". En la noche del terremoto quedó atrapado entre los escombros, de los que unos muchachos, desafiando el peligro, lograron arrancarle. De la iglesia se salvaron las paredes laterales hasta media altura. En. la vertiente del 1873 al 1874 (no precisan mejor los cronistas) el señor vicario general de la diócesis, protonotario apostólico ad instar, Mons. Francisco Pigati, bendijo la primera piedra del nuevo convento, que se levantó no sobre el solar del antiguo, sino a la parte septentrional de la iglesia Lo cual no significa que los capuchinos de 1873 renuncia– ran a la propiedad del edificio a medio construir, donado por el presi– dente García Moreno y que se conoció como "Casa de Ejercicios" o, tiempo andando, del canónigo Dr. Ponce. ¿Con qué derecho nos lo arrebató el obispo de Iban-a, Mons. Luis Silvia Haro, tras sus discusiones con el custodio Langarica? Padres, coristas y hermanos legos, sin olvidar los unos sus horas de confesonario ni abandonar los otros sus clases de filosofía, que explica– ba el P. Serafín de Arenys de Munt, se dieron con verdadero ahinco, admiración de las gentes, a levantar su definitiva vivienda conventual. El gobernador de Imbabura puso a su disposición 40 operarios diestros; y el intendente de gobierno, indios contratados de los que a diario perma– necían a la espera. 23
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