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CAPITULO 111 NOVICIADO La terna Santos de Egüés. Clemente de Tulcán y Manuel de Beizama, custodio y asistentes respectivamente, determinan en sesión de 27 de mayo de 1955, pedir autorización para abrir noviciado en !barra. Vacilaron luego acerca de su emplazamiento. El provincial, Ricardo de Lizaso, les garantiza que no existe objeción alguna para establecerlo temporalmente en la ciudad de Quito (1). Por rescripto de la congregación de religiosos, n. 9633/56 de 24 de enero de 1956, ejecutado el 28 del mismo mes por el Rvmo. P. Benigno de Sant Hilario Milanese, ministro general, se concede su erección en !barra (2). Rafael de Gulina, superior local, había dejado a punto el tramo entre el colegio y la biblioteca antigua. Primer maestro de novicios, Marceliano de Lizaso (3), que inició y coronó sus experiencias con dos candidatos. El había contribuído a costear, más que ningún otro, los trabajos de adaptación del edificio con seis meses de ministerio azaroso en Sevilla (Colombia), cuando clamar contra los asesinatos cotidianos de rojos y de azules era jugarse la vida. "Una vez hecho el nido -comentaba a su regresp- poner yo los huevos en él, abarcarlos y cuidarlos hasta hacerlos pollos". Se inauguró el noviciado el 23 de octubre de 1956, con los postulantes fray Facundo y fray Octavio de Caranqui, que profesaron el 27 de octubre de 1957, sin más compromiso de futuro. Con esto, Marceliano queda libre y vuelve a alternar sus estancias cuasi parroquia– les y lucrativas en Colombia con sus tiempos homiléticos (muy encomiados) en !barra, hasta que unas fiebres malignas le tuvieron martirizado por espacio de dos años. El nuevo custodio, Serafín de Lezáun, se empeña en mudar el noviciado a Tulcán. "No hay convento ni residencia que pueda servir de noviciado ni persona capaz de hacer de maestro de novicios". Cuatro postulantes, que no son de estudios, están a la espera; el año próximo 257

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