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253 sin sombrero, otros sin machete y otros sin mochila. Desde enton– ces ya no se apartaron un momento de nosotros, y cuando se ente– raron que se nos habían acabado las provisiones, inmediatamente nos diernn maíz, chicha, bollos, plátanos, guineos y malanga. Todo lo dieron en señal de paz y como en recompensa de lo que habían recibido. Según cálculo aproximado que hicieron los expedicionarios, el número de indios de Sikakau era de trescientos a cuatrocientos. Todos estos indios son robustos, altos y de facciones muy bellas; ninguno tiene rostro de indígena: nariz perfilada, ojos grandes y expresivos, frente despejada, labios sonrosados; pero todos imber– bes, son blancos, aunque el sol ha tostado sus carnes; salvo raras excepciones, ninguno había tenido trato con los civilizados y los odiaban a muerte, porque en otro tiempo dieron muerte a varios de ellos. Después que los misioneros llegaron a Sikakau, los indios quedaron mansos como corderillos . Estos indios son trabajadores; pero no tenían herramientas. Cultivan y cosechan, en abundancia, maíz, plátanos, guineos , fríjo– les, malanga, etc. También se dedican a la elaboración de catebres, esterillas, abanicos y mantas de algodón. Sikakau se encuentra en la parte oriental de Colombia; para llegar desde allí a Becerril, primer pueblo de civilizados, se emplean lo menos seis jornadas de a siete leguas cada una . El viaje podría hacerse con menos tiempo si hubiese caminos; los expedicionarios tuviernn que ir limpiando el sitio por donde pasaban, abriendo tro– chas, vadeando ríos y saltando arroyos .

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