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249 tumbran. Estos indígenas, que en todo son el prototipo del salvaje, carecían en absoluto de herramientas de trabajo de tal manera, que las rozas las preparaban arrancando los arbustos con las manos y con una especie de hachas muy gastadas que ellos conservaban de tiempo inmemorial. El caminar de estos indios es singular; parecen zaínos entre los matorrales de la selva. »La industria de estos indios es de hilados y tejidos, y los fabri– can mejor que los otros indígenas y aún que los mismos civili– zados, si hemos de apreciar en lo que valen las mantas y mochilas Grupo rle niñas r e.dimidas por la 1\1isión Guajira, edue;_indose. en el Orfelinato de San Anl·onío que usan . Sus casas son bien construídas, y se dedican a la cría de gallinas. Esta ranchería de Maraka parece un museo zoológico : tienen disecados toda clase de pajaritos, y ¡qué horrorosa admira– ción nos causó ver que disecan hasta sus difuntos, y después de encerrarlos herméticamente en un talego tejido por ellos, les hacen servir de asientost De modo que no tienen ningún respeto a sus muertos, cosa muy singular y no vista aún en la historia del pueblo más envuelto en el paganismo. Les hicimos algunos regalos, y nos pidieron que regresáramos pronto y que les lleváramos machetes y hachas para trabajar, que ellos nos darían de sus cosechas después . »Con esta excursión al Maraka pasó a la historia el peligro
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