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241 se lo cargan sobre la espalda a una india, y allí está la pobre cria– tura mientras dura el baile; no importa que llore o que llueva, pues si ocurre esto último, el agua la recibe encima la pobre criatura. Estos bailes siempre terminan con una fenomenal borrachera, pues duran mientras queda chicha. Cuando un indio enferma de gravedad, lo sacan del rancho y lo acomodan debajo de la copa de un árbol, porque si acaso muere, que no sea dentro del rancho, pues si muere dentro del rancho ya no lo vuelven a habitar, y para no abandonar el rancho prefieren sacar de él al enfermo . El Vicario ApostólJco en-trP. va1.. io~ niños mo– tilones que se están instruyendo en el Üt'fell• nato de San Antonio (Guajira) Durante la enfermedad lo cuidan bien; pero si mue– re no lo entierran, en el sen– tido propio de la palabra. He aquí como nos refiere un misionero un enterra– miento que lo presenció él < 1 l: «Cuando un indígena muere, lo encogen hasta to– car las rodillas a la barba y lo envuelven en nna o dos esterillas de palma, debajo de las cuales le colocan las mantas que a su muerte tenía; luego hacen de varas delgadas una especie de jaula y lo meten en ella, y últimamente lo colocan den– tro de un gran embudo de paja que hacen. Así dis– puesto, levantan una enra– mada a unos cien o dos· cientos metros de distancia del lugar en donde viven, y debajo de ella lo colocan, y allí lo tienen unos dos o tres meses. Transcurrido ese tiempo lo sacan de allí, le quitan las esterillas y mantas, exceptuando la que está junto a los restos, lo envuelven de nuevo con otras mantas y esteras y lo trasladan a su rancho o enramada, en la cual, lo (1) P. Camilo de lbl, Capuchino. 16
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