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225 fianles se ofrecieron para otra nueva excursión, que no debía tardar mucho. El 23 de julio del mismo año, venciendo no pocas dificultades, se organizó nuevamente la expedición, compuesta de ciento cin– cuenta hombres, cuyo comando militar se puso a cargo del General Lafaurie, actual Jefe de la sección de Gendarmería acantonada en Codazzi, juntamente con el Vicario Apostólico y el P. Salvador de Pinarejo y Fr. Crispín de Palma. Al pasar por los lugares donde habían construído casas en la expedición anterior, las encontraron todas incendiadas, pero esto no fué obstáculo para que se las reedi– ficara, dándoles con esto a los indios repetidas muestras de pacifi– cación. Los expedicionarios se dirigieron en todas direcciones por ver si encontraban a los indios. En estas idas y venidas se llegó al 10 de agosto, en que se organizó una nueva comisión exploradora, compuesta de cuarenta hombres, comandada por el General Lafau– rie, a quien acompañó el P . Salvador de Pinarejo. Esta comisión fué racionada para cuatro días. De sus penalidades y fatigas sería prolijo hablar. El 14 del mismo mes, una fuerte tormenta obligó a regresar a Codazzi a todos los expedicionarios. Aquel descanso, obligado por el mal tiempo, sirvió para reorga– nizar las fuerzas expedicionarias y emprender de nuevo otra expe– dición, cuando el tiempo lo permitiera. E l día 24 del mismo mes quedó consliluída la nueva expedición, compuesta de cuarenta expedicionarios, acompañados del P. Tomás de Orihuela, y el 25 marcharon por la vía llamada «Río del Espíritu Santo», confiados de que en esta ocasión serían más afortunados que en las anterio– res excursiones. El 27 por la larde, con grande gritería, tiros y toque de cornetas, entraron los expedicionarios en Codazzi, dando la feliz nueva de que habían visto los indios desde muy cerca, y en prueba de ello traían todos ellos objetos de la pequeña ranchería en la cual habíanlos sorprendido. Los indios, al darse cuenta de la presencia de los civilizados, huyeron llenos de pavor y espanto, creyéndose víctimas de una muerte segura. El P . Tomás habló a un indio que se colocó a cierta distancia , y aunque el indio no se quiso acercar, fué altamente significativo el que dicho sal– vaje no se mostrara como desesperado por temor de que le ma– tasen, sino que muy pacífico oía las voces del Padre y extrañaba su figura . Estos buenos resultados animaron lanlo a lodos los expedicio– narios, que en seguida se preparó todo lo necesario para una nueva 15
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