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214 se extiende desde los montes de Oca, al norte del Departamento del Magdalena, hasta el Bobalí, en el Departamento de Santander del norte. Los motilones, en tiempo de la Colonia, fueron reducidos por los antiguos misioneros Capuchinos, que son los que les dieron el apelativo de «Motilones» y tuvieron algún principio de civiliza– ción; y se asegura que hasta el año de 1860 tenían trato con los civilizados de los pueblos limítrofes a la Sierra; pero habiendo sido muertos algunos indios por los blancos, haciendo todos causa co– mún, se retiraron del trato con los blancos, viviendo ocultos en la Sierra, esquivando todo trato con los civilizados; y si por desgracia alguna vez tropezaban en el camino indios y blancos, era para ma– tarse; de aquí la creencia de todos aquellos pueblos, consagrada por la tradición y por la historia, de que era una locura intentar la reducción de aquellas tribus, completamente salvajes. A pesar de los pesimismos de unos y otros, el Vicario Apostó– lico, firme en su propósito de llevar su influencia cristiana y salva– dora hasta aquellos terribles indios, aun cuando habían fracasado los generosos y altruístas intentos de algunos buenos colombianos, incluso hasta los de los mismos religiosos Capuchinos, al fin, lle– gada que fué la hora, el Vicario Apostólico se dedicó con noble empeño a estudiar los medios más a propósito para llegar hasta poder estrechar con cariñoso y fraternal abrazo, al indio motilón, tan temido de todos. Para atender debidamente a esta arriesgada empresa era nece– sario aprontar recursos pecuniarios, y no escasos, de los que care– cía la Misión; pero el Vicario Apostólico, que no encontraba dificul– tad en medio de lo arduo y difícil, luego encontró la solución a la dificultad, y ésta fué hacer un llamamiento a los buenos corazones, implorando una limosna para llevar a feliz término la arriesgada empresa, que, aunque la consideraban una locura, sin embargo todos convenían en la necesidad de amansar aquellas fieras humanas. Deseando secundar la meritoria labor del Vicario Apostólico, todos llevaron su óbolo a las listas de la suscripción que con este fin se abrió, más sus iniciativas y prestación personal, no despre– ciables en aquella ocasión, pues todo era menester para una em– presa tan aventurada. El resultado de la suscripción fué el siguiente: las Provincias de Padilla y Valledupar contribuyeron con 1.500 pesos oro, reco– gidos entre toda clase de gentes, ricos y pobres. Los Departamen– tos del Magdalena y Santander del Norte, por medio de sus Asam– bleas, votaron la suma de 1.500 pesos oro. _La Junta Arquidiocesana
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