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194 ganar alturas para bajarlas después por pendientes muy rápidas y peligrosas. Otra cosa que dificulta los viajes por esta región son los muchos ríos y arroyos que hay que vadear si se quiere prose– guir el viaje, con peligro de ser arrastrados por las impetuosas corrientes, especialmente en el invierno, a no ser que, haciendo un gran rodeo, se vaya en busca de los nacimientos de los ríos, o se busque el punto menos peligroso para vadearlos. Cuando viajan por la Nevada, donde se les hace de noche, si no encuentran algún rancho donde guarecerse, como pueden arreglan una enramada y allí se guarecen para pasar la noche . En esta región, no pocas veces las repentinas tormentas, acompañadas de fuertes aguaceros, los calan de pies a cabeza . Además, corren constantemente el peli– gro de ser devorados por las fieras, o recibir las picaduras de repti– les venenosos. En fin, que el viajar por esta r;gión para ir en busca de los indios solamente se lo pueden imponer las almas grandes, que saben sacrificarse por amor de Dios y por las almas de sus semejantes. La región de Motilones, respecto de caminos, está lo mismo que la Nevada, algunas trochitas para ir montado con mulas o con bueyes, y nada más. Para visitar las distintas parcialidades hay que andar muchas leguas por caminos completamente desconocidos, subiendo y bajando continuamente , con peligro de estrellarse en el fondo de algún barranco o precipicio. Cuanto se diga para pondera r las penas y trabajos que han padecido nuestros misioneros en la región de Motilones mientras ha durado su reducción, todo es poco . Hambre, sed, cansancio, lluvias torrencia les, sol abrasador, insectos venenosos, fieras es– pantables, amenazas de los indios, extraviarse en los bosques, fuertes calenturas y toda suerté de privaciones, he aquí lo que el misionero cosecha a cada paso . ¿Quién lleva al misionero a arros– trar tanto trabajo? Dios. ¿Quién alienta su espíritu en medio de tanta pena? Su fe. ¿Por quién sufre todo aquello el misionero y la misionera? Por Dios y por el prójimo. Solamente la caridad para con Dios y para con el prójimo es capaz de templar las almas cris– tianas para llevarlas hasta el heroísmo. Añádase a esto las largas distancias que separan unos puntos de otros, que muchas veces, para andar una distancia de cincuenta kilómetros, necesitan hacer varias jornadas por las muchas dificul– tades que ofrecen aquellos caminos.
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