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183 de su proceder, el que ellos no habían llevado allí a sus hijos para que los amansaran y después los vendiesen. Inútil fué decirles que lodo era una falsedad; que no lo creyesen, y que las obras, mejor que las palabras, les convencerían de lodo lo contrario de lo que falsamente se les había dicho; que fuesen todos los días, si querían, a ver a sus hijos, pues no encontrarían dificultad la más mínima en el Orfelinato, y que entonces preguntasen a sus hijos, porque sería la ocasión de ver claramente que se les engañaba . Una niña del O r~e.lina:to de San Antonio en el dia de su prj1ner.1 ComuniUn, aco1npaiiada de. las reli,3iosas Terciarias C apuchi nas y th~ un .{;rupo de sus compañeritas Los indios , unos , dando crédito a las religiosas, dejaban a sus hijos para llevárselos más tarde, y otros, por el contrario, no las creían y se llevaban a sus hijos. La atmósfera contra el Orfelinato fué tal, que con mucha frecuencia se daba el tristísimo y desconso– lador caso de ingresar por la mañana tres o cuatro niños o niñas, y por la tarde, o al siguiente día, se los ll evaban sus padres, o se escapaban, que era peor, pues en este último caso se llevaban la ropa con que los vistieron las misioneras . Esto, que era la triste historia de un día y otro día, era causa de que el Orfelinato no prosperase; era una obra muerta, una obra sin esperanzas , una obra imposible de implantar. La lucha, aunque ruda, no· por eso influyó en el ánimo de todo
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