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182 una horrible campaña de difamación contra la obra y contra los religiosos, y especialmente contra las beneméritas religiosas mi– sioneras. A los indios se les dijo que los misioneros y las Hermanas misioneras «querían a sus hijos e hijas para amansarlos y después • llevarlos a Santa Marta, y allí venderlos, como se vende una vaca o una cabra». El 19 de junio del mismo año llegaron al Orfelinato tres indie– citas, llamadas : una Chita, otra Catira y la otra María Josefa An– tonia. Estaban completamente sucias, cubiertas con unos andrajos y llenas de miseria. Grupo de misioneras con sus asilados del O rfelin ato de San Antonio Contentas estaban las religiosas, porque ya comenzaba su labor de misioneras y de madres para aquellas infelices niñas. Pro– cedieron en seguida a su aseo y limpieza de pies a cabeza, las vistieron con vestiditos a la europea y las peinaron como si fueran colegialitas de un colegio. Pocas horas habían transcurrido, cuando las beneméritas reli giosas recibían por su buena labor un desengaño y un gran dis– gusto. Pues el padre de la chinita María Josefa Antonia, quieras o no quieras, se la llevó, y las otras dos, con sus nuevos vestiditos, se escaparon. Los indios, consecuentes con lo que se les había dicho, fue– ron a llevarse también a los indiecitos, alegando, como razón
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