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146 guiendo entregar la obra perfectamente acabada el 3 de noviembre del mismo año. El 30 de noviembre fué el día señalado para conti– nuar el traslado de las sagradas imágenes. Para esta fecha fué grande la multitud que trepó hasta el lugar donde se hallaban las imágenes. A fin de facilitar el traslado, todos se dedicaron a com– poner el camino por donde habían de bajar. Arreglado todo, y cerca del· amanecer del 1 de diciembre, puestos todos en procesión y buen orden, acomodados los cargueros en sus respectivos puntos, a la voz del «procidamus in pace» de los sacerdotes, metieron el hom– bro a la pesada carga y empezaron a andar. Bien salido el sol, lle– garon a cierto punto donde se hacía imposible pasar adelante, obli– gando a volver hacia atrás, hasta desmontar aquel mal paso. En trance tan apurado, el Capellán, dirigiendo la palabra a todos, dijo: «Nos queda un gran recurso todavía, y es nuestra fe, con la cual podemos hasta trasladar los montes». Dostráronse todos de hinojos, dirigiendo la mirada suplicante a la Virgen María, y ¡oh prodigio!, ¡oh maravilla!; cuando volvieron de su angustioso mutismo vie– ron las andas fuera del sitio peligroso y en lugar ancho y seguro, pudiendo continuar aquella devota procesión, llegando al sitio des– tinado al ocultarse el sol por la tarde. Aquella noche todos velaron las sagradas imágenes, y el día 2 de diciembre se celebró la Santa Misa en un altar preparado pai:a este fin. Como la capillita que allí se construyó era bastante angosta, el Capellán pensó en ensanchar– la, lo que efectuó con las limosnas de los fieles, pudiendo inaugu– rarse el (emplo, tal cual hoy se contempla, el 14 de febrero de 1722. Como las imágenes fueron cortadas por las rodillas, el Cape– llán Bachiller, D. Baltasar de Mesa, determinó completarlas, encar– gando dicha obra al famoso escultor D. Pedro Laboria, que las dejó terminadas en 1750; nadie después de él las ha vuelto a tocar. Este grupo de imágenes representa la Sagrada Familia, Jesús, María y José, que van a cumplir con el rito de la Presentación al templo. San José ofrece al Niño una granada, que simboliza el nuevo reino de Granada, y el ángel San Gabriel, que acompañaba a la Sagrada Familia en sus viajes, es el protector de la fe del nuevo reino de Granada. Para fomentar la piedad en la Virgen de la Peña se hizo rela– ción de todo a Su Santidad, quien por medio de una Bula, despa– chada el 6 de marzo de 1750, aprobaba la advocación de Nuestra Señora de la Peña, y concedía tres indulgencias plenarias a todos aquellos que se alistasen en la nueva cofradía que se fundaba en virtud de aquella Bula.
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