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Pt<ótogo ºº o o 0 oo 0 a ntre los preciosos legados que la familia franciscana ~ ha recibido de su Padre y Fundador San Francisco, uno es el espíritu misional. Era tan/o lo que el Santo anhelaba la salvación de los infieles, que, después de haberse él ejercitado en el oficio de misionero predicando en la Sjria y al Sultán de Egipto y haber enviado a sus hijos a predicar la fe de CrÍslo, recibiendo en vida las primicias del misional apostolado en los mártires de Marruecos, dedica el capítulo doce de su seráfica Regla a todos aquellos de sus hijos que en el transcurso de los tiempos se sentirán llamados a la obra de las MÍsiones. La familia franciscana, adornada del espíritu misÍOnal que la informa, por voluntad expresa de su Fundador, en lodo tiempo se ha distinguido en la obra de la conversión de los infieles, pues ella, desde que por especial providencia de Dios se halló presente al descubdmienlo del Nuevo Mundo, fué recorrÍendo las vastas regiones de todas las Américas buscando a los indios salvajes en los bosques y en las sabanas, y los civÍlizó, fundando pueblos, villas y ciudades; y si en la gran epopey a han trabajado también las demás órdenes y congrega– ciones religiosas, la Orden Franciscana ocupa en las páginas de la historia de América un lugar tan dislinguido, que nadie le puede disputar; y no solamente es América Jea/ro de su apostó– lico celo; lo es igualmente Europa, Africa, Asia y Oceanía.

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