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fH ~IE~IORIA HISTÚR IC. \ llE LA COf-' RADÍ .\ ro/ 1 ' devotos , encadena nuestras almas con belleza, con su encanto irresistibl e ---,:p, < q su inefable Feliz in spiración la que dió vida al hecho inani– mado, trocándolo en bell ísimo trasunto ele aquell a hermosura incomparable, qu e los ángeles no se sacian ele contemplar y qu e hirió de amor el co– razón ele un Dios. Blanca como la espuma ele los mares, como el ampo ele la ni eve, como las Rores del na– ranjo, aquella figura encantado ra no se muestra asentada sobre la roca que la sir ve de escabel; antes bien, sus pies bellísimos en que tantos besos depositó la fe sencill a del pueblo, aque– llos pies sobre los cuales Aorecen áureas rosas, pa recen moverse aún, cual si la Madre del con– suelo no reposase sa tis fecha, en su t area ele endul zar las pen as de la mísera humanidad . Bien haya el a rtista , qu e tan bien supo com- , prender y representa r e n s u creación ad mirabl e, aquellas inspiradas fra ses del mí:Ís bello ele los cá nticos: Ved la, como viene saltando por los mon– tes y tri scando por los coll ados. Así María; en su imagen ele sin par belleza , como el g amo y el cer\'atil lo juguetón, parece no hallarse a ún en reposo; y como las corzas ligeras de los campos, aseméjase que baj a ele la montaña donde asentó su trono, anhelante, apresurada; porque en su oído resonó el clamor de sus tristes hij os demanclanclo aux ili o, clamando