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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS garon a la casa de D. Claudia Luzuriaga, gran amigo de la Orden Capuchina. Era una de las pocas casas que había quedado en pie en varios kilómetros a la redonda y allí continuaron viviendo durante algún tiempo, solícitamente atendidos por esta bue– na familia. Hasta aquí el P. Rogelio. Intenté consolarlos lo mejor que pude, quedaron en seguir allí hasta nueva orden, y me volví otra vez a la Parroquia de San Miguel de Tarlac, ha– ciendo los debidos arreglos para instalar allí al nuevo pá– rroco, P. Hipólito de Azcoitia, hasta entonces párroco de Bugallón; y luego regresé a Manila como encargado de la Misión, por muerte del P. Florencia (Custodio) 4 • 4. ¿Cómo se salvó la VIRGEN DE GUIA en la última guerra? Fue colocada por el Párrocc en la cripta de la parroquia, cerrando el nicho con una gran losa de mármol. La Iglesia y el convento de la Ermita quedaron en ruinas y también parte de la cripta, pero se salvó la imagen. En efecto, tres días después de entrar los americanos en la Ermita, el P. Blas, acompañado de ~u coadjutor P. Rogelio, de un capellán del ejército americano y de cuatro soldados, removieron los escombros y encontraron la imagen intacta. La !levaron de allí a casa de don Claudia Luzuríaga en la Avenida Tait, una de las pocas casas que quedaron en pie y un mes más tarde la fa– milia Mossesgeld y su antigua camarera doña Potenciana Font, la lleva– ron a San Miguel de Máyumo (Bulacánl donde se celebra!:on solemnes cultos en su honor. A los t»es meses escasos fue trasladada a la iglesia de Quiapo. Desde Quiapo fue trasladada dos años después en solemne proces10n a la iglesia de 1a Ermita, siendo recibida por Mons. José Jovellanos, Vic. General de la Diócesis, hijo ilustre de la Ermita. 339

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