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LOS CAPUCHINOS EN FILIPINAS de Clark Field, grupos de soldados abrían zanjas, prepa– raban antiaéreos, etc. Al llegar a Manila todo era sobresalto y confusión. Una multitud inmensa aguardaba en la estación (del tren) con sus maletas y hatos de ropa, etc. Todos gritaban y se apretu– jaban intentando coger el primer tren. Por las calles los autos de servicio y tranvías hasta los topes. Pude coger una humilde carretela y, luego de montar, me dio el cochero unas noticias fantásticas, inverosímiles. Llegué a nuestra casa central hacia las dos de la tarde ... La comida había quedado casi abandonada. Me preguntaron si era verdad el bombardeo de Clark Field, el de Baguio, si había visto aeroplanos japoneses. Contesté que nada había visto ... Me replicaron: "Si no puede ser. .. Todos dicen que ha habido un bombardeo tremendo". Creí que eran noticias inventadas o al menos exageradas. Habló poco después la radio ; se publicaron los periódicos de la tarde y, en efecto . .. a la media hora de pasar por allí el tren, habían llegado los aeroplanos japoneses y casi de un golpe habían puesto fuera de combate gran parte de la aviación americana, ma– tando a muchos de sus aviadores y quemando los talleres de reparación, cuarteles, etc. La consternación en Manila era inmensa ... , de un momento a otro podían aparecer los te– midos japoneses sobre la ciudad. A las 6 de la tarde nos reunimos en el templo de los PP. Paúles para solemnizar la boda de mis feligreses; al poco tiempo de comenzar la ceremonia, sonó la señal de alarma; apagamos casi todas las luces y algo precipitadamente se terminó el acto religioso, se cerraron las puertas del templo y con las luces veladas se marcharon los autos de la boda. Aquella noche fue noche de nerviosismo, de impaciencia. A eso de las doce de la noche, sin previa señal de alarma, ca- 301

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