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CAPITULO XXII La parroqu,ia de Singalong. Ya antes dijimos algo sobre la vida difícil y mortificada, que llevaban los Capuchinos de Singalong, regentando aque– lla parroquia con su iglesia humilde y sencilla, su convento de caña y hoja de palma y sus feligreses también de humilde condición. Por otra parte los aglipayanos habían trabajado por ha– cer de Singalong un feudo del apóstata Aglipay, y sus pari– paris recorrían a menudo aquel arrabal, como quien se pa– sea por suelo conquistado. Al primer párroco, P. Mariano de Olot, le sucedió el P. Vicente de Pamplona, al cual reemplazó pronto el P. Blas <le Guernica, quien había adquirido no poca experiencia re– gentando la Parroquia de Bigaá en Bulacán y hablaba con facilidad y competencia la lengua tagala. El año rgrr, al pasar la Misión a los PP. Catalanes, fue nombrado párroco el P. Gabriel de Tarragona, y algunos años después el P. Bernabé de Villaler. Como era difícil para los Catalanes el ministerio en len– gua tagala y el personal era muy reducido, presentó el Su– perior al Sr. Obispo la renuncia a la Parroquia de Singa– long; el Prelado, que tampoco andaba sobrado de personal, 235

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