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modo y difícil. Era, por consiguiente, inevitable su retirada a reta– guardia. Soldado de Cristo resuelto, sucumbió prematuramente, ya que en el mes de septiembre del año 1926 tuvo que regresar a la Patria. No permaneció, sin embargo, ocioso, pues destinado por al– gún tiempo a los convtmtos de Santander y León, en ellos se dedicó con asiduidad a la oraJCión y al ministerio del confesonario. En este último convento, morada de los estudiantes de Teologia, dió tales ejemplos de celo, de caridad y de comprensión, que casi todos los jóvenes lo eligieron como confesor y guía íntimo de sus almas. Al– guna que otra vez salió a predicar; y se cuenta una anécdota muy propta del carácter del padre Arcángel. Fué en cierta ocasión a pre– dicar a un pueblo, y manifestó al párroco y otro compañero del mismo, que ni podía cantar la epístola ni sabia lo que iba a decir en la cátedra \Sagrada. «Entonces, ¿por qué ha venido?», le dijeron. «Porque me ha mandado mi Superior.» Cantó bien la epístola y pre– dicó elocuente sermón, obligando a los sacerdotes a exclamar: «Bien nos ha engañado.» Pero donde dibujó estela lumino.sa de óptimo relig;toso, de buen confesor y cUrector de almas fué en la villa de Gijón, como lo de– muestran los siguientes testimonios. «Conocí y traté bastante a los religiosos Capuchinos de este con– vento de Gijón, especialmente al padre Arcángel de Valdavida, con quien me confesé y dirigí por espacio de seis aflos. Parecía un reli– gioso muy espiritual, pues se le veia con mUJCha frecuencia en la capilla, en donde rezaba, oraba y hacia el vía crucis. Como confesor era muy bueno. Su dirección espiritual era suave y muy instructi– va; enseñaba y alentaba a practicar lo que enseñaba.» (Asunción Palacios.) «El padre Arcángel era muy buen confesor y sumamente carita– tivo. Encontrándome enferma en el hospital durante once meses, y estando allí también el padre Arcángel, a causa de la ceguera, casi todos los días subía al ptso en donde yo estaba a visitarme, y siem– pre tenía alguna palabra d'e aliento y de consuelo. Alguna vez le preguntamos si estaba muy aburrido ·porque no podía leer, y nos contestaba que no, rporque se la pasaba rezando., (Manuela Lorenzo Ga.rcta) «Cuando era seglar conocí y me confiesé muchas veces con el padre Arcángel. Siempre le vi muy asiduo al confesonario; real– mente parecía un santo por la manera de conducirse, por el espíritu de abnegación, pues no obstante estar casi ciego, medio a tientas pasaba mucho tiempo en 'elrconfesonario confesando gente. La bon– dad con que trataba a las personas, especialmente en el confesona– rio, hacía ·que muchas, muchas en verdad, se confesaran con él. 49 4

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