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sión indígena en los territorios de la Goajira y Perijá, se posesio– naron provisionalmente de las parroquias de Rosario y de Machiques como base para el avance hacla los indios motilones y goajiros. De la parroquia de Machiques se encargó el padre Arcángel, y en ella permaneció hasta que le relevaron los superiores por carecer enton– ces de personal para el servicio del Vicariato del Caroni y estable– cimiento del de Machiques, obra esta última que después también ha cristalizado en hermosa realidad. De estos datos podemos dedu-cir que fué el padre Valdavida también piedra angular del segundo Vicariato apostólico establecido por los Capuchinos para la evangelización de los indígenas vene– zolanos. Sí es cierto que temporalmente se abandonan las dos mencio– nadas parroquias, pero lo es igualmente que al siervo de Dios no se le permite momento de reposo, ya que en el 1924 es nombrado superior y párroco de Santa Inés de Cumaná, y alli permanece hasta el afio 1926, en que casi ciego y materialmente arruinada su salud, abandona aquel campo de apostolado. IV Siempre buen religioso y buen operario ,evangélico. «Mis primeros conocimientos del reverendo padre Arcángel de Val– davida-dice el padre Alberto de Azpeitia-fueron en Venezuela, en ocasión de que él se encontraba en Machiques y un servidor en la villa del Rosario. Muchas veces conviV1mos juntos, pues con frecuen– cia iba a ayudarle en los trabajos apostólicos, porque él se encon– traba solo y el t r abajo era mucho. Allí aprecié sus altas dotes de religiosidad y espíritu apostólico. Incansable tn el apostolado, no se contentaba con atender sólo a la parroquia de Machiques, sino que con frecuencia salia a recorrer las varias rancherias que perte– necían a la parroquia, algunas a nueve horas de distancia, sin más medios de locomoción que el caballo. »Los dos afios que allí permaneció fueron fructuosísi.mos para aquellas gentes, como lo demostraron el amor y el aprecio que por él sentían y su dolor al verle marchar, cuando los Superiores orde– naron que abandonáramos aquellas parroquias. Estoy seguro que hoy mismo le recuerdan con idéntico carifio, pues hay personas que le conocieron y le trataron y apreciaron sus altas vi.rtudes de piedad, caridad y abnegación; V1rtudes que él practicó toda su vida, en par– ticular en aquellas tierras. 47

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