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Concepción, Dolores, una segunda Dolores, por muerte de la primera, a los dieciocho meses, y JoSé Luis. Los dos primeros se consagraron al servicio del Sefior; Emilio, en la Orden Capuchina, y Concepción, en la Congregación de las Hijas de la Cuz; los otros dos supervivien– tes es decir, Dolores y José Luis abrazaron el estado del matrimonio, siendo ejemplares cristianos y ejemplares padres de familia. Don José Luis desempeña hoy un alto cargo en el Banco de Vizcaya. El matrimonio Serrano Lizarralde era y es actualmente profunda– mente cristiano y católico práctico, fervoroso en todo el sentido de la palabra. Recién casados peregrinaron al Santuario de Lourdes, y allí postrados, consagraron los ventderos frutos de su amor con– yugal a la Santísima Virgen. Aunque fueron los dos quienes hicieron la ofrenda a la Madre del Sefior, humildemente se la atribuye don Emilio a su amada consorte, ya que dice: cAntes de nacer nuestros hijos, mi mujer, a la que considero un regalo de Dios, se postró ante la imagen de la Virgen de Lourdes, a donde peregrinamos. y la rogó, que si teníamos hijos, aceptara que se los ofreciéramos, y los aco– giera bajo su protección. Creo sinceramente que esta súplica de mi mujer fué acogida: Lo hemos visto en todos nuestros hijos, y más especialmente en el primero, Emilio, que desde pequeño mostró un amor entrañable y especialisimo a la Santísima Virgen., Bajo el manto de la Virgen María vino por consiguiente al mun– do el niño Emilio, creció protegido además por el amb~ente devoto y ferviente que rodeaba el dichoso hoga.r deparado a él por la Divina Providencia, brotando cual lozano tallo en un terreno fecundo para producir y desarrollar las flores de las virtudes cristianas, exhalando .sobre todo el angélico aroma de la pureza, que, según testimonio de algunos de sus educadores, no la marchitó nunca, conservando hasta la muerte la inocenc~a bautiSmal. Fué asimismo obediente y siempre sumiso a sus padres, y tan humilde que, si en ocasiones creía haberles faltado en lo más mínimo, arrodillado pedía perdón. (Emilio Serrano Contreras.) En el propio domicilio y en la escuela aprendió las primeras letras, con notable aprovechamiento, pues era de inteligencia bas– tante despierta. Desde la más del1cada edad le dieron sus buenos padres una for– mación religiosa tan profunda y amplia que, a los siete años pudo hacer la p:imera comunión, imprimiéndole este ósculo divino tal fervor eucarístico que ya no volvió a privarse del Pan bajado del Cielo, sino durante los pocos días que mediaron entre su forzosa sa– lida del convento y la muerte. De su amor a la Eucaristía habla elocuentemente la faceta si– guiente referida por su piadoso padre: «Cuando Emilio tenía nueve 362

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