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V Ansta el martirio y le pide.-Fray Diego, víctima por Jesucristo. «Lo que más sublima a Fray Diego es que tenía muchos deseos de sufrir el martirio por J·esucristo. Una señora llamada.Micaela San Román, ya difunta, me refirió que con frecuencia decía fray Dieg.o: « ¡Ojalá suframos el martirio por Jesucltisto!, que es la cosa más gloriosa. Yo deseo sufrirlo; yo deseo morir por Jesucristo; yo deseo sufrirlo.:. Ella se horrorizaba, poque tenia muchisimo miedo al mar– tirio. •Ya a él Dios se lo concedió.) (Fray Juan José de Villanueva.) «Durante los meses que vivió en nuestra casa se hicieron muchas novenas por 1niciativa de fray Diego. En una de ellas, hecha a Santa Teresita del Niño Jesús, le preguntamos: «Fray Diego, ¿qué pide en esta novena?> «Pido el martirio.:. A una prima nuestra, lla– mada Micaela San Román, le dijo en cierta ocasión: «He pedido para usted el martirio.> Martirizado fray Dtego, tenia ella mucho miedo a que la mataran, porque fray Diego había pedido para ella el martirio. Poco más de un año hace que murió de muerte naturab (Hermanas Incera.) El día 29 de diciembre del año 1936, a las diez de la noche, próxi– mamente, cuando estaba rezando el rosario en compañía del padre Miguel de Graja! y de la familia bienhechora, miembros del Frente Popular de Escalante y algunos extraños, por la fuerza le sacaron violentamente de la casa y le llevaron al coche para asesinarle en el kilómetro 7 entre Gama y Escalante. El hecho con todas sus cir– cunstancia está ya referido en el caso del padre Miguel, y por eso no hace falta insistir mucho sobre el mismo. Lo que parece y es cierto según los testigos presenciales es que fray Diego, ante el peligro, tuvo un momento de indecisión, muy comprensible, pero que a la voz del padre Miguel, su Superior en aquellos momentos, porque era sacerdote, más antig.uo en reUgión y, sobre todo, vicario del convento de Montehano, además de director espiritual de fray Diego, reaccionó inmediatamente y se rindió, entregándose a los enemigos de Jesu– cristo para ser martirizado por su amor. c ... Y otros fueron en busca del otro religioso, quien se encontraba en la escalera, amenazándole con una pistola, para llevárselo también, apuntándole con ésta en la sien. Entonces el padre Miguel, que se encontraba en la parte fuera de la puerta, le dijo: «Vamos, Diego, ha llegado nuestra hora.» Y a esta indicación, fray Diego le siguió, y ambos agarrados por los milicianos, se dirigieron al coche.:. (Braulio N{Lvarro.) 356

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