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remedios medicinales con mayor delicadeza y ternura. Pero no se contentó con atender a las dolencias corporales, sino que, el poco tiempo de que disponía, por estar muy ocupado, lo aprovechaba para aconsejarme que llevara la enfermedad con alegría y me animaba a rezar con frecuencia.:& (Padre Gonzalo de Calzadilla.) IV Al exilio.-Conducta ejemplar y muy edificante.-Nuevo refugio. El 7 de agosto del año 1936 eran expulsados, según se hizo notar en los datos sobre el padre Miguel de Graj a!, del convento de Mon– tehano, todos los religiosos, entre quienes S€ hallaba también fray Diego. Este, con el padre Mig.uel, por orden del Frente Popular, se quedó un día más en el convento; pero después fué también expul– sado. Buscó entonces asilo en el pueblo de Cícero, en casa de la res– petable señora doña Mariana Naveda, viuda de Incera, refugiándose alli con otro hermano llamado fray Juan de Arcediano, y con dos aspirantes a hermanos legos. «He oído que en esta casa tuvo un comportamiento muy virtuoso y muy piadoso. El dirigía el rezo del santo rosario y la lectura de la santa misa por el devocionar!o o misal. para que, no pudiendo oírla, suplir del mejor modo posible. Cuando no rezaban o leían, hacía rosarios. Una señora de un pueblo llamado Barreyo, me mostró un rosario hecho por fray Diego.) (Frray Juan José de Vtllanueva.) «Fray Diego no perdía el tiempo, porque era muy trabajador; se ocupaba siempre en algo útil para la casa, como deshojar maíz, par– tir leña, cavar en la huerta; y también hacia rosarios. Todos los días daba buen t1empo a sus rezos por la mañana con los otros hermanos, y por la tarde se retiraba con ellos para hacer oración. Por la noche, se rezaba el rosario en famHia, dirigido por fray Dieg.o. Los domingos carecíamos de misa; pero fray Diego la leía atentamente en caste– llano, asistiendo todos los de casa y algunas sobrinitas nuestras que venían a nuestra casa con este fin piadoso. Fray Diego hablaba mu– cho de cosas espirituales a fray Juan de Arcediano y a los dos dona– dos para alentarlos y sostenerlos en la piedad y en la vocación. Va– rias veces nos dijo que tenía mal genio; mas entre nosotras no lO' dió nunca a conocer durante los casi cuatro meses que vivió en nuestra compañía, ya que siempre le vimos con cara sonriente. Todos los días que permaneció en Cícero tenia que presentarse al Frente Po– pular con el padre Miguel, con los otros tres y con el hermano Boni- 354

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