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mado Angel; aún viven los dos cuando escribimos estas lineas, en el pueblo natal de Alcubilla . Desde niño dió el siervo de Dios pruebas de profundo espíritu religioso e inclinación a la p iedad, goza·ndo el privilegio de ser mo– nagmllo muy chiquitín, y de que a los siete años le presentara como modelo a los demás niños, especialmente a los acólitos, el señor .cura de la parroquia. Nunca llevó djsgustos a casa por riñas o peleas con otros chicos. Con sus padres fué en todo momento obediente y sumiso. Le gustaba asistir a la iglesia y a la escuela del pueblo, sobresaliendo por su apli– cación y por la docilidad con que atendía a las explicaciones del maestro. cMi hermano era muy bueno; todo el mundo le queria, porque a todos complacía, , dice su piadosa hermana Martina, ha– blándonos entre lág.rimas y sollozos, pensando en lo mucho que su– friría el padre Carlos antes de recib~r la palma del martirio. Tenía el siervo de Dios un tío, religioso Capuchino, que hace poco murió en La Habana, después de una vida muy ejemplar y de haber desempeñado importantes cargos en la Provincia religiosa y sido Superior · Regular de la Misión del Caroní (Venezuela) por espacio de tres años. Educado bajo ese ambiente famUiar, el niño Pablo, y atraído indudablemente por el ejemplo del tío Capuchino, padre Matias de Alcubilla, sintió él también la invitación divina hacia el claustro, llamamiento amoroso al que correspondió con generosidad, ingre– sando en el Seminario Seráfico de El Pardo en el verano del año 1913. cDurante su permanencia en el plantel de segunda enseñanza, de– dicado a las ciencias humanisticas, no descolló especialmente m en la aplicación al estudio, ni tampoco se notó en él singular dedicación a la virtud; niño corriente que dió suficientes pruebas de vocación y de capacidad para abrazar íntegramente la austera vtda capuchi– na; eso fué el seráfico Pablo Merillas. Pero, en cambio, le adornaban en esa edad juvenil, candorosa sencillez, amabilidad atrayente, trato bondadoso, cualidades que le hacían bien querer de Superiores, pro– fesores y condiscípulos. (Padre Aurelio de Pereña.) El padre Carlos nació artista y mecánico. Desde nif'ío se destaca– ron en él estas aptitudes, siendo grande su capacidad para la mú– sica, el dibujo y la mecánica en muchas de sus ramas. Andando el tiempo fué excelente pianista y afinador de instrumentos; dibujaba notablemente, sin apenas haber tenido maestro en este arte. En ha– bilidades mecánicas, arreglaba lo mismo un reloj de bolsillo que de pared; un~ máquina mecanográfica que un aparato receptor de radio, incluso llegó él mismo a hacer completamente aparatos re- 220

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