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la Dirección General de Seguridad, casado; Isidro, Francisco, Mar– eelina, todos fallec~dos de niños; ;Isabel, actualmente maestra na– cional. (Juan José Barahona.) Desde la más tierna edad ayudó Juan Francisco a sus padres en las faenas agrícolas con abnegación, sacrific~o y gran espíritu de .obediencia. De él, aun chavalillo, se cuenta la siguiente anécdota: Tenía unos diez años cuamdo su padre solia enviarle a una finca distante cuatro kilómetros, para que llevase allí el ganado vacuno de la casa. Y sólo cuando un vecino advirtió al padre que el hijo .andaba los cuatro kHómetros corriendo, con daño para su salud y también para el g.anado, dispuso que lo llevara a fincas más próxi– mas. El siervo de Dios se partaba del modo dicho para regresar a tiempo a la escuela, en la cual recibió la educación primaria. La formación cristiama elemental s~ la ·enseñ.aban sus padres, y con mayor amplitud la aprendió en la catequesis parroquial. El 18 de ab1il de 1903 recibió el sacramento de la Confirmación. (Partida de Confirmación.) Once años contaba Juan Francisco cuando, al parecer, en una misión predicada por f€1 padre Villarrín sintió los primeros aleteos <de llamamiento divino hacia el claustro. Sus progenitores en nada se opusieron a la incipiente vocación del hijo, aunque mucho lo ne– cesitaban por ser el mayor de todos. Pa:ra realizar sus plausibles anhelos se puso en comunicación 'COn los Superiores del Seminario Seráfico de El Pardo, pidiendo la admisión en aquel plantel forjador de futuros misioneros y de apóstoles de la verdad entre fieles e in– fieles. Adm!tido que fué, b-endecido por sus padres, a El Pardo diri– gió sus pasos para iniciar los estudios humanísticos, que deberá con– tinuar durante cinco añ.os académicos 3!I1tes de comenzar el año· de prob-ación, ingresando en el verano del año 1913. Son varios los condiscípulos de entonces que ponderan ahora su proceder en esta primera etapa de vida semiclaustral. Uno de ellos escribe: «El padre Alejandro (Juan Francisco) fué· ya desde niñ.o seráf1co, formal y serio •en las cosas; abierto, alegre y buen compa– ñero.» (Padre Aurelio de Pereña.) Otro notó en él siempre mucha inclinación a la piedad. En el último afio que estuvo en el Colegio Seráfico sirVió a todos los cole– ·giales de mucha edificación por el fervor con que asistía a los actos de devoción, por su piedad hacia la Santísima V1rgen y por la pun– tualidad en la obediencia. Le gustaba mucho divertirse en los re– ·creos; pero· tan pronto como oía la señal de Tetirarse, inmediata– 'TI}ente seguía la voz de Dios. Sobresalió también de manera particu– lar en el vencimiento de sí mismo. Había asignaturas cuyo estudio y compr~msión le eran bastante difíciles. Sin embargo, se esforzaba :202

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