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.consiguiente, es necesario que vaya al sacrificio., (Padre Cons~ancio de Aldeaseca.) cEl 29 de diciemb-re de 1936 fué sacado de la casa de la Cagioja entre las diez y once de la iiloche; presentáronse en número de trece a catorce milicianos, con dos coches, en busca de los religiosos padre Miguel y fray !)lego. El hecho ocurrió de la siguiente manera: Primero llamaron los milicianos a la puerta, me asomé a una ventana JI pregunté: - ¿Qué hay? ¿Qué desean? -A ver, unos frailes que hay en la casa. -Aquí no hay iilingún fraile. -¿Dónde está el dueño de la casa, Braulio? -Servidor. Dudaron de mi aserción; pero uno que me conoció en la voz, dijo: -El mismo; cuidado con él, que nos ha reconocido y es muy pe- ilg.roso. Dice otro: -Entonces, ¿dónde están los fraHes de alguna edad? Y mi contestación fué: ~Habéis llegado tarde; hoy acaban de marcharse. -¿Adónde? Mi contestación fué: -Me parece que a Bilbao. A esto dice uno de los mtlicianos: - ¿Con que han marchado, y uno de ellos habla esta tarde en el convento? »Acto seguido rodearon la casa, y otros, con una barra, violen– taron la puerta y la tiraron al suelo; la primera puerta que da al corral de la casa. U[).a vez dentro, fueron a la primera puerta (in– terior) y rompieron los cristales y tumbaron la puerta, y lo encon– traron vacío. Una vez que vieron el vacío, se fueron a la puerta verdadera, y cuando llegaron a ella dijo el padre Miguel: «Enco– mendémonos a Dtos, y sea lo que Dios quiera., Y dirigiéndose a mí, me dijo: cSi tiene usted valor, baje usted delante, porque si suben ellos aquí y ven esto, va a ocurrir una carnicería., Se refería al preparativo del altar. Bajé yo las escaleras; a continuación, el pa– dre Miguel; luego, fray Diego, y después, mi mujer. »Al bajar el padre Miguel, éste les saludó amablemente, y ellos no contestaron. Les preguntó si traían alguna documentación; y esto 1es indignó, y le dije-ron: «!Para llevarte a ti no necesitamos docu– mentación alguna., Le agarraron de la solapa y brazo, y dándole un puntapié arrastráronle hasta el coche. Otros fueron en busca del otro Teligioso, que se encontrab-a en la escalera, amenazándole con una 192

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