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pulos, antes bien, con frecuencia les hacía pasar por su despacho particularmente para que le manifestaran ya las necesidades espi– rituales, ya las corporales. Tanto llegó a ganarse sus corazones que la mayor parte de ellos se dirigía y confesaba con el padre Mig.uel. «Su actuación como director se caracterizó por el amor entrañ.able a los estudiantes y la familiaridad y califio con que solia tratarlos. Supo realizar el difícil cometido de hacerse respetar como Superior y querer como un herm3ino, sin adoptar poses autoritarias, ni man– tenerse a distancias despectivas. Le queríamos como a un compafie– ro y le respetábamos como a un Superior. Nuestra confianza en él nunca se vió detenida por actitudes inabordables. Creo que toda su autoridad dimanaba de ese algo de simpatía divina que emanaba de su persona y de la seguridad de que para él nosotros los estudi31n– tes éramos seres muy queridos, a los que estaba del todo consagrado.> (Padre Francisco de Bilbao.) «El padre Miguel se consagró al Colegio, vivió para los estudian– tes. Una nueva orientación implimió en la vida de los coristas. Yo la viví en toda su plenitud. Su celda era visitada con frecuencia en demanda de consuelo en los momentos desalentadores; de luz en los días tenebrosos del espíritu; de esfuerzo y de ánimo en las lu– chas y combates de la vocación. Restablecida eficazmente la disci– pUna, pensó el padre Miguel en afianzarla mediante un ideal común que despertara entusiasmo, aunara esfuerzos y fusionara voluntades algún tanto dispersas. A eso tendían sus pláticas espirituales prepa– radas con interés siempre creciente; a eso encaminaba sus exhorta– ciones de momento; a eso dirigía su actividad ininterrumpida y cons– tante... Veladas, concursos, consagraciones solemnes al Sagrado Co– razón de Jesús, jornadas misionales fueron instrumentos de aposto– lado y de fervor espiritual en manos del padre Mig.ueb (Padre Esta– ntslao de Villaldavín.) «En cuanto a la dirección del Colegio antes de encargarse el pa– dre Miguel y después de su toma de posesión hay un verdadero con– traste referente a la mejora y formación de los estudiantes. Y esto lo sé por los comentarios habidos entre los religiosos que conocieron los dos rectorados. Prueba de su carifio paternal para todos es que, casi la mayor parte nos confesábamos con él. Nunca oí comentarios desfavorables entre los estudiantes para el padre Miguel, a excepción de uno ,en mi concepto anormal, y a quien todos los demás estu– diantes tenían en mal concepto por lo que hacia sufrir al padre Mi– guel.» (Padre Justo de Valdemora.) 184

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