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V segundo retugio.-Detenido.-Encarcelado.- Verdadero apóstol. Advertido del manifiesto peligro de ser detenido, buscó el siervo de Dios nuevo asilo, ofrecido por el señor de la Cruz Cuerno, en su propia casa, y allá se fueron los dos. cEl 29 de septiembre fuimos a mi casa, y en 1 ella permanecimos hasta el 14 de noviembre, en que a las seis de la tarde nos detuvieron. Durante su permanencia en mi casa, todos los días subimos al piso de mis hermanas, donde ce– lebraba misa y daba la comunión. Hasta que cerraron las ig.lesias había ido a celebrar a la Compañia, pues, como él d1jo a una de las de Gándara, eso era lo más grande para un sacerdote.:. (Celso de la Cruz Cuerno.) cHospedado en la casa de nuestro hermano desde el 29 de sep– tiembre hasta el dia 14 de noviembre en que, con nuestro hermano fué detenido, llevado a la checa presidida por Neila, luego veinti– cuatro horas en la Cárcel provincial y después al barco-cárcel Al– fonso Pérez, le tratamos todos los dias. :.Durante el mes y medio largo de su refugio, subía a nuestro piso, que estaba en el superior inmediato. En ese tiempo, para nada salió del domicilio; recibió, en cambio, muchas visitas de seglares, de sacerdotes y de religiosos. Todos los días celebró en nuestra casa la santa misa, con ornamentos que le proporcionó un hermano Pa– sionista llamado Luis. Como los primeros días careció de misal, se valió de un libro llamado Eucologio, hasta que al quinto día ya pudo hacerse con misal. A la misa le ayudaban dos jóvenes, hoy ingenie– ros, residentes en Madrid, Carlos y Augusto Corpas. A la misa asis– tíamos nosotras, los de la casa de mi hermano y algunas personas de fuera, con las debidas precauciones. Por la tarde nos rezaba el santo rosario y nos daba la bendición con el Santísimo, ya que du– rante el tiempo que permaneció con nosotros tuvimos reservado muy sigilosamente. ,cuantas personas, sacerdotes y seglares le pidieron confesión, fueron bondadosa y caritativamente atendidas por el padre Ambro– sio. Como trataba ya intima, aunque muy ejemplarmente con todos los de la familia, una de nosotras le dijo: e Yo no me confieso con usted., A lo cual él respondió: «Yo me transformo en el confeso– nario.» En todo momento vimos al padre Ambrosio ejemplar; sacer– dote y religioso muy piadoso e intachable en su conducta: era un 161

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