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ANUARIO MISIONAL 61 humilde y respetuosa y con los demás amable y sencilla, pero nun– ca menes digna y se1lora, seg•ín testimonio de los mismos misio– neros, a quienes he tenido el gusto de interrogar. (Cf. etiam Padre J. M. a Llevaneras: Vissitatio Missionis Carolinarum. Anal. 111, 365-366.) Tan encomiable era su conducta que a propuesta de los misio– neros fué nombrada maestra de Ja escuela de niñas de Santa Cris– tina de Yap con estipendio del gobierno, y el Papa León XIII, sa– bedor de su celo por lo Religión Católica Je envió un magnífico ro– sario engarzado en ricas perlas. (Cf. R. P. Gioacchino de Lleva– neras: Relazione sopra le Missioni delle Isole Caroline e Palaos. Anal. IX, 244.) (1) Los mismos naturales del país acogieron gozosos a nues– tros misioneros. Apenas arribados estos a Yap, enderezaron sus pasos a la re– sidencia regia; ir.as como se hallase el rey ausente, fueron recibi– dos por la reina, quien al pr.?sentarse los misioneros, cubrió su des– nudo pecho con sus manos y larga cabellera, mientras benigna y reverentemente los saludaba. Con el mismo rostro apacible, hecho de confianza y amor, vi– .sitaron desde el primer momento los Yapenses a nuestros Religio– sos, deleicándose sobre manen1 en su compañía. Pero nadie aven– tajó a los nii'los en dar tantas y tan inequívocas pruebas de conten– to a vista de nuestros Capuchinos, a quienes, asediaban constante– mente, tirando suavemente de sus capuchas y revolando jugueto– nes en su derredor, cual pajarillos al amor del nido. (Cf. P.joachin M.ª Llevaneras: Relatio de Missione apud Carolinas lusulas. Anal. 11, 337-338) Con idénticos favorables auspicios dió principio Nuestra Mi· ·sión en los Palaos, pues conocidas nos son las vivas instancias de Abedul, rey de Goreor, para que se estableciera en sus dominios una Misión de nuestra Orden, y el magnifico recibimiento dispen- ' sado a los primeros misioneros. (Cf. Mensajero Seráfico. Madrid. Enero. 1892. N. 0 101 . Hasta en la propia isla de Ponapé hubo quienes batieron jubi– losas palmas a la llegada de los nuestros. Fueron éstos los reye– zuelos de Kiti y de Not, enemigos jurados de los Metodistas. jamás (1) Dña. Bartola fué también la que denunció a las autoridades españolas de Yap la conjuración tramado por los lsJeñcs contra la colonia; conjuración que ·como dijimos más arriba, hizo ·fracasar el R. P. Oanie1 deArbácegui con su i11tré· pido gesto Misionero. (Cf. Carta del P. Daniel de Arbecegui al Muy Reverendo P. Provincial, 18 de Julio de 1888. En el Mensaj. &;raf. Madrid. Diciembre 1888. n. 0 64).

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