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58 ANUARIO ·°"ISIO:"AI. l lerido el misionero en su corazón de apóstol dió parte al Go· bernador de lo que pasaba. Contestóle éste muy atentamente que iodo se arreglaría. En efecto, citado al punto el reyezuelo apresen· <:ia del Gobernador y tras manif.:starle éste que había obrado muy mal, que él solo era quien mandaba en la isla y que cuanto él decía se debía de hacer, obligóle a levantar sin pérdida de tiempo en el referido pueblo una casa para los Misioneros. •En breve tiempo la hicieron- escribe el P. José María de Valencia al P. Daniel de Ar· bácegui.-(Cf. Anal. X, 50) y ahora ya parece que nos desean, pero no hemos ido definitivamente, solamente visitamos de vez en cuan· do, a fin de que se preparen más bien, y más vivamente deseen nuestra instalación.• En otra ocasión quejáronse los misioneros de Yap también al Gobernador de los horribles estragos que causaban las bebí:!as al· cohólicas en los desventurados Carolinos, y el Gobernador, adelan· tándose a los Estados Unidos en un buen número de años, publicó una circular, que podríamos llamar <seca•, por Jo que quedaban prohibidos a los comerciantes toda venta o cambio de bebidas por los productos del país. Quien contraviniere a lo preceptuado era cas· tigado por primero vez con una multa, de 200 dólares, y a la segun· <la con 500 y confiscación en uno y otro caso de las mercancías. Proscribíase en virtud de tal circular el coñac, la ginebra y el aguar· diente, mas no el vino y Ja cerveza. (Cf. Anal. IX, 274, 275). Pero la intervención más transcendental del poder público en las Carolinas fué la expulsión oficial de los metodistas de Ponapé en 1891, aunque no folló un mal aconsejado Gollernador, que volviera a llamarlos cuatro aílos mas tarde, sin que por fortuna se llevara a efecto tan descabellada determinación. (Cf. Anal. XII, 343). Sin embargo no hubiera sido esto, con serlo tanto, lo peor... Lo peor fué la debilidad extrema que aquejaba por aquel entonces a Espaíla, impotencia, que conocida por los J<anakas de Ponapé, trocóles de espantadizos en guerreros, e hizo •que siempre recibieran con el más solemne desprecio las órdenes de nuestras autoridades espa· i\olas.• (Cf. Carta del P. J osé ,\\. 1 de Tirapu en el Mensajero Se– ráfico. Madrid. Agosto. 1000. N. 0 204) Es decir que la favorable actitud de los Gobiernos Espaíloles en pro de nuestra Misión tuvo apreciables resultados prácticos en las Carolinas Occidentales, pero no as! en las Orientales por las ra· z.:ines ya apuntadas. Mas no solo el poder público miraba con simpatía y patrocina· ba la obra de nuestros misioneros. Una mujer, la célebre Dila. Bar– tola, colaboró tamllién desde el primer instante con nuestros Padres

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