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108 ANUARIO MISIONAL Adoain, San Fidel de Sigmaringa y San Francisco Javier? Qué hubiera hecho el Buen Pastor? No dice el P. Silvestri en su famosa obra !te •salvar un alma y después morir?> Casos como el rderido se repiten con frecuencia en un distrito misional en que la mayor parte de los cristianos viven diseminados en sierras y valles ex– puestos de continuo a las irrupciones de los rojos. Lo que importa es distinguir la prudencia de la carne de la prudencia del espíritu. Si llega a vuestro conocimiento, mis caros amigos, que he caído otra vez en poder de los b11ndidos ¡por favor! no me llaméis im– prudente. 89.- Mi aitradecimiento Gracias infinitas a nuestro Sei\or • Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones•. Gracias a mis amigos cuyos corazones nobles y ge– nerosos se angustiaron con la noticia de mi cautiverio y se dilata– ron con la de mi libertad. Gracias a la prensa católica que en perió– dicos y revistas ha dado a mi caso une publicidad a todas luces in– merecida. Gracias al valiente regimiento de regulares de Yegnanfu y a su dignísimo coronel Tsang-li-ming. Gracias a las congregacio– nes religiosas de uno y otro sexo, a las abnegadas socias de los roperos misionales y a todas las personas piadosas que han tenido a bien orar por este servidor suyo, cautivo esta vez de la gratitud. Por diversos conductos he tenido noticias de que se ha orado mu– cho y muy fervorosamente. Desde la Tartaria Oriental me escribía un misionero belga de la congregación de Scheut: •Desde que su· pimos que usted había si<lo apresado por los bandidos hemos orado sin intermisión todos los fieles de este distrito misionah. Mucho se oró en todas nuestr11s residencias chinas; muc~o en la Provincia de Navarra-Cantabria-Aragón; mucho en el Comisariato de Argenti– na-Chile: de tal suerte que, habiendo nacido de nuevo el día deRe· yes del presente año, bien puedo decir que esta vez soy hijo de plegarias más bien que de mi propia madre. Lo natural era que yo muriese en la prisión, y me inclino a creer que tal era también lft voluntad del Cielo. Solo que la tierra venció al cielo oponiéndote, como en tiempos de Moisés, la omnipotencia de la cración. Gracias por fin a ti, benévolo lector, que has tenido paciencia para leer esta humilde cron!quilla. Ruega tú también porque ilumi· ne la luz de la verdad a estos pueblos sentados en tinieblas y en sombra de muerte. Y porque los propagadores de la fe permanez– camos siempre fieles a nuestra vocación.•A L AUDE DI JHESU CHRISTO ET DI MESSER SANTO FRANCESCO•

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