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98 ANUllRIO MISJON.'\L tienes unas pocas galletas para distraer el hambre. - Muchas gra· cias.-Estarás fatigado ?-Bastante. - No tehan dado alguna bes· tia para cabalgar? - Nunca; toda las caminatas las he hecho siem· pre a pie. -Alto! deteneos! Aqul hay un muerto. Quién es éste? es rojo? - No es rojo; es un cautivo, nafural de Huo·sui, de la fa. milia de Tu-txia-tsuang. Pobre compañero mio !-Quién le habrá matado ?-Quién sabel-Mirad, mirad; aquí otro muerto nadando en un charco de sangre! Y éste quién es? -Dejadme que lo vea. Ay! Qué desventura ¡Este es Tsao·sien-xen, profesor del liceo de Huo-sui, a quién yo estaba preparando para recibir el bautismo. (J con un poco de nieve derretida en las manos le lavé la cara y derramé algunas gotas sobre su frente, pronunciando sub condi· tione las palabras sacramentales del bautismo)-Qué le estás ha· ciendo?-Bautizarle por si todavfb v.ive, para que su alma suba al cielo... Cerca del sitio donde se cometieron tan atroces crímenes se nos juntaron los soldados que venfan de las lomas laterales.. Man– dábalos un capitán a quien saludé inclinándome profundamente en señal de sumisión y gratitud. Me acogió con singular benevolen· cía, haciéndome repetir en breve resumen la historia de mi cauti· verio. Eran ya las cinco de la tarde y comenzaba a oscurecer. Los ladri Jos de los perros nos indicaban el itinerario de los rojos por montes y vegas, desfiladeros y barrancales. Si en aquel Gabaón Kansuano hubiera habido entre nosotros un Josué que detuviera el curso del sol no quedara a vida piante ni mamante en los dominios del infame Liu·yuen·san. Tal era la indignación de los regulares ante tos cadáveres de aquellos inocentes cautivos asesinados! To– do elogio es corto ~ insuficiente para lo que se merecen estos va· lientes soldados de Yegnanfu, de quienes tenia ya las mejores refe· rendas por carta del P. Esteban Gaubeka, :.uperior de los PP. Franciscanos de dicha ciudad. Los rojos hallaron en ellos sus más encarnizados enemigos. Pero ya que no podlamos detener el sol, nos -detuvimos noso– tros; juntamos cuanta leña pudimos e hicimos una gran fogata, y nos colocamos en derredor de ella sentados a usanza china. Las liamas parecían llegar hasta el cielo, formando un espec· táculo fantástico. Digno remate de aquel dfa de violentas emocio– nes! Verdadero regalo de Reyes! Todos se interesaban por mi hu· milde persona; todos rivalizaban en cortesla y solicitud para con· migo. Y a las buenas palabras siguieron les buenas obras. Un sol· dado medió ur. bollo de pan de trigo; otro, unos terroncitos de azúcar; y varios otros, diversas golosinas. Alll apareció el famoso .

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