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86 ANUl\RJO MISIONAL ron como leones y rechazaron a fuerzas numéricamente superiores. Entonces daba gusto vivir entre aquellos valientes. Pero ahora... ahora me avergonzaba de ser rojo! Debido a las continuas y moles– tas andanzas nocturnas mi calzado seo. hallaba en lamentable estado, lo cual no podía menos de preocuparme seriamente. Era preciso acudir a su remedio. Recog! en el campo algunas hebra~ de mate– rias textilt.s, y con ellas. como si fueran yute de Calcuta, hice al– gunas cuerdas con las que sujeté fuertemente las suelas a mis phm– tas. 79-Ful!;a de los tres mayorazl!;OS cautivos Era el 25 de Diciembre! Fecha evocadora! Navidad! Qué ex– traños ecos y resonancias tenla para mi esta palabra en los antros de la comunidad roja! Pensaba en las solemnidades que aquel día se estarían ctilebranndo en todo el mundo católico, y más particu– larmente en las casas de nuestra Orden franciscano-capuchina. Mi alumno Wu-sien-xen, aventajado en el estudio del español, me con– siguió para la noche un kang con calefacción. Pero se me hacia cargo de conciencia usar de él recordando el desabrigo e incomo– didades del portal de Belén. Un compañero de infortunio comenzó a maltratarme sin motivo alguno. Yo no decía esta boca es mla; pero un guardián, de ordinario muy tranquilo, se irritó sobremane– ra al ver la conducta del injusto agresor, y arrimó a éste un punta– pié que le derribó de su kang y le hizo rodar por los suelos. Me rendla ya al sueño, poniendo ante mi imaginación para mientras du– ra~e mi descanso el pesebre de Belén y el de Greccio, cuando de pronto nos alarman con gritos desentonados, voces de mando y precipitadas carreras. Será un ataque de los regulares? Me levanto y corro a averiguar lo que sucede. Y lo que sucede es que se han fugado los tres opulentos mancebos mayorazgos. ¡Qué lástima no poder seguir su ejemplo audaz y heróicol Mientras unos soldados rojos nos custodian apuntándonos con sus fusiles otros corren de– sesperadamente tras los fugitivos. Los piaotze celebramos aunque a la sordina y con el debido recato la auto-liberación de nuestros compañeros, temiendo sin embargo por su suerte si tienen la des– gracia de ser habidos de nuevo por sus perseguidores. Horroriza– ba pensar lo que sería de ellos en tal caso. Los rojos corren como diablos en todas direcciones, y ¡oh dolor! los fugitivos son alcanza– dos y devueltos a sus prisiones. Pobres mancebos! Aquello fué en– trar ene/la citta dolente-nell'eterno do/ore-Ira la perduta gente.• Los colgaron de las vigas, los azotaron hasta desgarrarles las carnes, los tiraron al suelo y los pisotearon; les ataron con cuer· .¡

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