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82 ANUARIO MISIONAL liber:adl Conque a la tercera no era la vencida sino el fracaso defi· nitivol Porque ya, ¿para qué entrar en nuevos tratos con esta gen– te desalmada? Barrabás jugaba con mi existencia sirviéndose de ella como de gancho para explotar y desplumar a los interesados en mi rescate; traficaba con mi vida y con mi muerte sin otra mira que su mayor provecho y ganancia. Una indignidad, una felonía irritante! Hecho un basilisco sal! de mi cueva y me dirigl a los ofi– ciales, y una vez en su presencia protesté airada y enérgicamente de la injusticia que conmigo se cometía. Pero 1vaya usted con pro– testas a Barrabás! El condenado de él me enseñó la boca de su mau– ser, más elocuente que la mla, y me amenazó, sí no callaba al pun– to, con aplicarme en todo su rigor y crudeza el famoso código pe– nal de los cautivos elaborado en su luminoso magin; con privarme del tee-you que dias antes me habla otorgado, y venia a ser algo as! como home-rule, carta magna o estatuto personal de carácter autonómico; con sujetarme fuertnmente a las muilecas y someterme al trato de prisionero de tercerd clase. Con las orejas gachas hube de regresar tristemente a mi caverna, como boxeador que se retira del ring derrotado y maltrecho. Escribí uca cartita al P. Bartolomé para decirle que sus tres emisarios habian cumplido fielmente $u cometido, depositando en manos de los rojos lo que faltaba para mi rescate, y que por tanto quedaba saldada y finiquitada nuestra cuen– ta con ellos. Pero ellos, los rojos con perfidia sin igu6l se negaban· a soltarme, y que a las condiciones pactadas y ya cumplidas aila– dlan otras nuevas completamente arbitrerias y unilaterales, pidién– do cuantose le antojaba y sin ninguna garantía. Que yo no hallaba modo alguno razonable de entenderme con estos diablos, y que si él tampoco lo hallaba serla lo mejor dejar a un lado todas estas ne– gociaciones y orar fervorosamente aDios, esperando unica y exclu– sivomente de su Providenci11 el milagro de mi libertad. Nuestros embajadores regresaron a su punto de partida y se presentaron en nuestra misión con las caras mustias y alargadas que es de suponer. Era el die 23 de Diciembre. Dieron cuenta de su gestión ante los misioneros reunidos en King·yang juntamente con el M. R. P. Pr'!fecto Gregorio de aldaba, que había acudido a este punto con el fin de activar el negocio. Conocedores del pailo rojo insistieron en la dificultad o más bi~n en la imposibilidad de la empresa, y repitieron casi textualmente las manifestaciones de los embajadores de la segunda expedición (números 41 y 52). Todos quedaron persuadidos de que era inútil volver a la carga iniciando nuevas gestiones por el estilo de las ya fracasadas. Hubo soldados

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