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ANUARIN MISIONAL ca de Tai-pai se entrevistó con Lu·tai·ye, gran maestro de la socie– dad secreta que por aquellos contornos amparaba y favorecía a los rojos. Este le aseguró que el misionero cautivo vivía todavía y se hallaba internado en Píng-ting-tsuang. El día 11 de diciembre a las altas horas de la no– che me entregaron la carta del P. Gerárdo. El seling, rodeado de su estado mayor, me la hízo leer en voz alta en la ·1engua en que estaba escrita. A Ma no le permitieron llegar a mi guarida. • Quién la firma? me preguntó el seling. Viene de Sanxelipú, '-• contesté. No quería yo que supieran mis tratosyrelaciones con los Padres de Si-feng– tsen. El buen P. Erro en su comunicado de– jaba entrever su poca o ninguna esperanza derecibircontestación de mi parte; pero por Se reparten mis vestidos. Si acaso me enviaba lápiz y papel. Escribí algunas líneas como para dar fe de vida y pedl permiso para entregárselas yo mismo al mensajero. El lapiz duró muy pocas horas en mi poder; me lo robaron al dfa siguiente. El P. Erro con solicitud verdaderamente fraternal me preguntaba por las iatencio– nes de los bárbaros en el asunto de mi rescate. Dí la contestación en conformidad con lo convenido días antes con Barrabás (n.º 64). Acompañado ~e dos números llegué a la choza que ocupaba el men– sajero en las avanzadas del ejército rojo. El cristiano Ma José al verme aterido de frío me caló en la cabeza su gorro y puso sobre mts hombros su piel de cabra. Loado sea Dios! Ya tenla alguna de– fensa contra aquellos fríos que me tenfan yerto e insensibilizado. Aíin quedan en el mundo algunos hombres de gran corazón, y uno

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