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46 ANUARIO MISIONAL pobre que todos vosotros.• Me presentaron una cantidad muy va– riada de gafas. Algunas de ellas pudla diputar por mías; ya que fueron robadas en nuestra casa de Sanxelipú. Las restantes lo fue– ron también seguramente en algunas misiones de europeos. Les interesaba saber qué valor tenían en el comercio; y se asombraban no poco al asegurarles yo que un par de gafa_s costaba más de 30 dólares. Sing Hui, hombre de alguna ilustración, me devolvió las lentes del P. Bartolomé, luego que se convenció por algunas ad· vertencias mías de que liu uso, lejos de favorecerle, podla serle muy perjudicial. El te!liente Sing Tsao me restituyó los Santos Oleos del mismo Padre. Y un chico, después de mucho rogarle, me dió un rosario; con cuya adquisición quedé tan contento como si todas y cada una de sus cuentas fueran valiosas perlas de Guza– rate. En adelante ya no seria menester contar las avemarias con los dedos.. 41.- 0tra i!Xpedición redentora. Pasado el Tayang-po nos internamos en los lugares más inac– cesibles y abruptos, en ultrapuertos, o como quien dice en los Pi· cos de Europa, en regiones solitarias y frias donde la temperatura de invierno es de 30 o más grados bajo cero. Allá los ladrones se hallan en su feudo y en su casa, y campan por sus respetos sin que ose nadie hacerles frente. Es el remoto Tung·mien que be visitado ya varias veces y siempre con mucho recelo. No es posible pensar en la huida en aquellas imponentes soledades. No me traería cuen· ta aun cuando lograra burlar la vigilancia de mis guardianes. Mi destierro tenla pues trazas de prolongarse mucho. Dormimos el 18 de noviembre cerca de Lintxiamiao, población importante en otro tiempo, con su feria, etc. y al presente un acervo de ruinas. Duran– te la noche los comunistas hicieron de las suyas en el pueblo; roba· ron varios objetos y maltrataron a una indefensa mujer. El 19 de no– viembre madrugamos mucho, señal evidente de que se proyectaba un paseo muy largo. Apenas habíamos andado dos kilómetros cuan– do oigo que por el lado derecho del camino mellaman por mi nombre. Mi asombro no tuvo limites. ¿Quién me conoce? ¿Quién me llamar ¿Quién me busca? Los que me buscaban y llamaban eran los'reden· torP.s que por segunda vez enviaba el P. Bartolomé. Con ellos sos– tuve el diálogo siguiente. ¿De donde venls?.· De Sanxelipú .. ¿Tra· eis todo el precio del rescate?.· Solamente la mitad.· ¿Donde lo te– néis?.· Ya lo hemos entregado al estado mayor del ejército rojo.– ¿Qué os ha dicho el estado mayor?.· Que lo que hemos traído es po-

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