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40 ANUARIO MISIONAL lares se retiraron a la fortaleza de Utxio y los rojos emprendieron precipitadamente la retirada hacia le gran Barranca dejuyan– tsuang. Mi satisfacción fué ~rande al comenzar el nuevo itinerario, precisamente porque era nocturno. Hasta la noche anterior ignora– ba yo lo que fuese el tormento del frío; entonces lo aprend1 muy bien. Por eso hasta que cesó mi cautiverio constitulan para mí la más horrible pesadilla las largas y heladas noches de invierno en una cueva estrecha. En cambio ahora me parecía que caminando podría cons1:rvar mejor la temperatura normal. Todo fué bien mien– tras anduvimos por las cumbres¡ pero apenas iniciamos el descenso a la barranca, la cosa fué poniendose más fea. Estaba la noche oscu– rísima; ni una estrella en el cielo. lbamos por un ribazo an~osto y resbaladizo, bordeando un precipicio. Se dió orden de no hablar con el fin de ocultar mejor nuestros movimientos al enemigo y 11 la po– blación civil. A los cautivos nos colocaron en el centro del ejército, sin duda para preservamos de cualquier mal pensamiento o tenta– ción de fuga qui' pudiera acometemos. Menudeaban los resbalones y caídas en tierra. También fray Ciruelo se dió algunos traspies, aunque pronto recobraba la vertical. Por el contrario yo, cegato siempre y más aún en estos últimos tiempos, no atinaba a mover los remos inferiores y tropezaba aun donde no habla ningún tro– pezadero, provocando con mis continuas caídas y torpes andares las risas y burlas de nuestros condu<:tores. ¡Cuántas veces quedé pendiente del ribazo con evidente peligro de precipitarme en et a· bismo! Fray Ciruelo me retenía fuertemente del extremo de la soga que sujetaba mis brazos, y de un tirón me hacia entrar en vereda. Alguien se compadeció de mi y me ofreció un bastoncito. Tantean· do con él tas sombras y los muchos accidentes del terreno, conse– gul que mis caldas fueran menos frecuentes. Llevábamos ya varias horas andando en esta gui~a. La media noche seria aproxim¡¡da– mente cuando entramos en una cailada. Y si molesto y peligroso era el ribazo con los abismos adyacentes, no era más segura ni más agradable la cailada con sus baches v cangrejales. A las primeras horas del dla (16 de noviembre) entramos en la barriado dejuyuan. Fray Ciruelo, abandonando por unos momentos mi custodia a Sing Liuti, se dispuso 11 ejercer su oficio de cocinero. Se levantó las mangas de su vestimenta capuchina¡ se puso una especie -te man– dil, y encendió el fuego dentro de una caverna. L11s rojos despa– charon consu habitualvoracidadcuanto preparó el habilidoso cocine– ro, y acto continuo se dió orden de reanudar la marcha. Entretan– to tomaba apuntes en mi cuadernito. Los demás piaotze se mira-

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