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18 ANUARIO MISIONAL y a mi me corresponde cuidar y defender la Santa Infancia¡ yo no me marcho; hagan lo que les parezca>. Ante esta actitud resuelta e irrevocable no me pareció bien insistir más tiempo en mi idea; pe– ro nos daba lástima dejarle solo en tan apurado trance; y qué hacer?: nos quedamos a su lado. Los dos Padres tiramos nuestros relojes y La Sanra lnflncfa. podómetros 11 un montón de leña que allí cerca había. Fray Isidro metió su reloj dentro de la media hasta la planta del pie, defendién– dolo entre el talón y el juanete. Terminada nuestra consulta y he· chos algunos preparativos pasamos a la Santa Infancia, y allá en· contramos a las pobres mujeres y niñas acurrucadas en un rincón de la habitación, aterrorizadas por los disparos de fusil que habían oí· do. Quedamos pues a la espera de los horrores que el poder de las tinieblas desencadenára aquella noche sobre nuestras personas, so· bre nuestras casas y , lo que nos llegaba más al alma, sobre aquellas inocentes asiladas, por cuya defensa nos jugábamos la vida. Serian como las 8 de la noche. Noche oscura, con algunas estrellas borrosas en el firmamento. No había luna. Descargas de fusilería en la calle, que sin interrumpirse del todo arrecian o amainan al modo de una tempestad; gritos salvajes de la tropa asaltante; ayes latimeros de heridos; trotar furioso dt caballos; fragor de armas de toda clase. Hora critica; crueles instantes.

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