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ANUARIO MISIONAL 15 haciendo una caminata de 12 kilómetros. ¡Bello ejemplo de este buen cristiano! A la misa acudió mucha gente. Estaba predicando la plática cuando nos vimos sorprendidos todos por el estrépito co– mo de un malón que se acercará; oíamos el galopar de los caba– llos y gritos de gente de guerra. Algunos de mis oyentes salieron de la iglesia para ver lo que pasaba. No perdí la seren:dad por aquel incidente. Continué con sosiego la devota plática y después el Santo Sacrificio, consagrándoles todo el tiempo que me pareció convenien– te. Por el momento nada se supo con certeza .acerca del origen de aquellos temerosos ruidos;pero pocos días más tarde supe que efec– tivamente los bandidos habían andado no muy lejos de nosotros. El día de Animas, terminadas mis tareas de rector suplente, volví a mi residencia habitual. En ella me encontré, no sin extrañeza, a los obreros que yo había enviado a San Miguel de Yu·ju·miao para qne trabajaran en la construcción de una capilla dedicada al glorio– so arcángel, príncipe de las milicias celestiales, patrono de mis cris– tianos en sus luchas contra el mokui; los cuales obreros me asegu– raron que toda la cuenca del Tung-ho era un hervidero de bandi– dos, y que para huir de ellos se habían visto negros y h:.ibian tení· do que dar grandes rodeos para salvar mi jumento. A lgunos días más tarde me notificaron que los indeseables visitantes se habían re· tirado a la provincia de Paogna en Shensi. 9.- L os rojos en Sia-ma-wa Es decir.a 17 kilómetros de King-yang, y otros tantos deSan– xelipú. El 10 de noviembre regresaba el P. Bartolomé a su casa central. El 12, domingo, después de celebrar en Kin·yang debía yo presentarme en Sanxelipú para dar cuenta al rector de lo ocu– rrido alli durante su ausencia de un mes. Pero el sábado a la tarde vienen los criados y amigos de la misión a adver:irme que se han avecinado mucho los thugs, y que por temor de lo que pudiera su– ceder se habían cerrado las puertas de la ciudad mucho antes de lo acostumbrado. No comprendía yo la causa justificante de tantas preocupaciones. La comprendí más tarde... y qué bien!. .. cuando ya estaba en manos de los malhechores.Sobre la proximidad 1> ale– jamient1> de éstos corrían varias versiones. Tan pronto se les supo– nía a la vista de la ciudad como a 200 kilómetros de distancia. A la mañana del domingo continuaban las puertas vigiladas como de costumbre. Todos los domésticos me instaban que aplazara el via· je. Las niñas del catecumenado me pedían informes sobre la pri– sión del P. Francisco Fradua. Yo les contesté que tenía noticias

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