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234 ANUARIO MJSJO~Al. multiplicar el per~onal que sirve al misionero, y regenta las escue– las etc. etc., se añade el gasto que ocasionan los catecumenados, por– que durante Ja temporada que permanecen abiertos (unos cuatro me– ses), todo el coste de la manutención de los que acuden a instruir– se es a cuenta del fondo de la misión. No es, pues, extraño, que durante estos años hayan tenido que desembolsar nuestros misioneros, según las notas que obran en mi poder, anualmente 6'¿_583 dólares chinos; cantidad que precisa au– mentar si se pretende dar un avance mayor y un impulso más deci– sivo a la Misión. Pero si en alguna obra se deja ver la ma1:0 amorosa de la Di– vina Providencia, es en la solución de este grave problema misio– nal, en el que no faltan almas generosas, que como la pobrecita del Evangelio deposit&n su necesaria limosna, para este fin tan subli– me de que la misión de jesucristo se realice en la tierra, y con esos pocos se han podido mantener las posiciones ocupadas por sus misio– neros católicos. Unas palabras de gratitud Yo tengo una estrecha obligación, que debo dejar cumplida en las presentes páginas, para con tantas personas, que con sus li– mosnas (por insignificantes que a ellas parezca en sus deseos de fa– vorecer al misionero), nos han ayudado a sostener nuestra Misión. Gracias y gratitud sinceras a tantos bienhechores descono– ddos. Gratitud a tsntas almas, que vienen sacrificándose hace tanto tiempo, por llevar hasta el misionero un recuerdo y una oración. Las fotos que adornan las páginas anteriores presentan a un pequeñísimo grupo de almas apóstoles de San Sebastián, iniciadoras de una de esas obras tan beneméritas para el misionero como fruct!– feras y provechosas para Ja Misión. No me preguntéis por sus principios, por su organización, por su desarrollo. .. Es el silencioso.arroyuelo que imperceptible y despreciable en la montaña, resuena bullicioso en la llanura, sin que nadie se preo– cupe de los afluentee que han acrecentado sus aguas. Las cartas, que de nuestros misioneros recibían, agradeciendo algunas dádivas que les trasmitieron, movió a un grupo de jóvenes señoritas donostiarras a hacer algo más p.ir ellos: y en esos mo– mentos de entusiasmo brotó la idea, ¡feliz idea! de depositar men– sualmente una peseta, para contribuir como les fuera posible a re– mediar las necesidades, que los misioneros les manifestaran.

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