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A.'IUARIO .>!ISIOSAL gunas muelas; ellos muc/io ad111iraban y contentaban por ex– traerse/as yo sin dolor. Pero estos sencillos kansuanos, viendo la facilidad con que arreglaba sus dentaduras, 111e creyeron médico excelente en toda clase de enfer111edades y me presentaban a toda clase de enfermos. Yo que nunca habla curado a nadie, empecé por ilustrarme algo en algunos libros de medicina, y con tanto acierto di los primeros pasos, que no habla en la comarca en– fermedad por terrible que fuera, que no acudieran en busca de mis remedios. úno de los d1as me presentaron un enfermo, que tenia uno de los dedos de la 111ano completamente gangrenado, y de la 111isma palma de la mano brotaba una fuente de pus, de olor tan fuerte y repugnante que obligaba a uno alejarse del en– fermo. Limpiábale todos los dfas la herida putrefacta, pero viendo que no podía cerrar aquella /uente, me decidt a reali· zarte una operación, pues la llaga penetraba hasta el hueso. Le aplico la inyección anestésica; con una navaja descar– no el hueso; tomo un forceps, doy un tírón y arranco de rafz aquel dedo gangrenado. A los pocos dias el pobre pagano ve curada y cicatriza– da su herida, y desde entonces no cesa de tributarme grandes alabanzas, y de propalar por todas partes mis maravillosas curaciones. Y tanto corrió mi fama de médico, que ventan de largas distaflcias, a veces desde 80 lis (50 kilómetros) trayéndome sus enfermos, y son muchos los que pedfan acudiera a sus dls– lristos a visitarlos. No pudiendo s11straer111e a una de estas súplicas, acudí a visitar a un joven, herido por los soldados de un tiro de fusil, y cuya herida presentaba orificio de entra– da por el hombro con salida por el pecho. Tomé tintura de yodo, y sin más utensilios en el bolíqufn me puse en camino. Llegados a la casa, varios chinos rodea· ban al enfermo, esperando de un mo111ento a of!o un fatal des– enlace. Con la seriedad de un doctor examiné al en¡ermo, pro· nostiqué que curarla de la herida, pero que para que yo pú– diera atenderle era necesario lo llevasen a miestación de San– selipú. Después de haberle lavado y desinfectado las heridas, me volvl a mi residencia. Los familiares del enfermo contentisi· mas de mi dictamen, me lo traían con todo cuidado, y confor– me a las indicaciones que les habla dado. Empecélas curas 1J a -.

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