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190 ASUARIO .IUSIOSAL No es raro el enterrarlos con muchísimo dinero y ricas joyas, aunque esta costumbre va desapareciendo, por el paradero que sue· len tener. Hace unos diez silos murió el principal prohombre dePingliang a quien llevaron a enterrar al monte sagrado, distante de la ciudad unos 20 kilómetros, y con su cuerpo sepultaron un gran tesoro de varios cientos de miles de dólares, que para el mes habían desapa– recido de la sepultura sin dejar rastro alguno que permitiera seguir las huellas de los autores del robo. Despedida del duelo, y nuevos cultos Terminado el entierro los familiares arrodillados en tierra hacen una profunda inclinación hacia el sepulcro, y después hacia todos aquellos que han acudido al sepelio del difunto, para manifestarles su agradecimiento. Y vueltos a sus casas esperan impacientes las fechas seiíala· das para honrar a sus difuntos, y que son tres al año: la primera es el dia 13 de la luna primera, en el cual encienden lámparas en los sepulcros: la segunda es hacia el 5 de abril, a la que se apellida con unas palabras cuyo significado es •barrer los sepulcros: y la ter· cera en la luna séptima, en que queman muchos papeles, se convo· ca a los bonzos y se llaman a los músicos para realzar la ceremonia. En estos días, salen a la calle las mujeres, y sentadas en el suelo, delante de las puertas de sus casas, ya al obscurecer, rom· pen en quejidos, y en unas lamentaciones tan desgarradoras, que parece se t'ncuentran en la mayor desesperación, realizando profun· das inclinaciones hasta pegar la frente con el suelo, mientras otra mujer, a veces su hija, le agarra por el brazo, como para sostener· la. As! permanecen largo rato, escuchándose los lamentos por los espacios, y dada la obscuridad y silencio de la noche, es una cosa impresionante. Estos lloros son una especie de elegía o canto fúnebre, pues pronuncian palabras relativas al ser querido a quien lloran.= •Es· poso mío, ¿donde estas?= Hijito mio, ¿cómo te perdí? ¡Cuanto te quierol= elc. etc. y toda esta gritería en el mismo tono, cor. ascen– sos y descensos de voz, y como escalonándolo con quejidos para ter· minar, en cada alentada, en un calderón lastimero. A estas lamentaciones precede de ordinario la quema de pape· litos blancos, de modo que en estas fechas parecen las calles de Pingliang una víspera de San juan Bautista por las hogueras y lu– minarias. El lloro termina cuando después de pasado bastante tiempo en

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